Imaginemos que el escenario de teatro donde actúa Lina Morgan se ve invadido por un enjambre de avispas, o que el plató donde filma sus películas Gracita Morales es arrasado por una inundación y que al público le es dado asistir al penoso espectáculo. Las dos divas del género cómico seguirían desplegando su arsenal de gestos extravagantes y réplicas disparatadas, que producirían en los espectadores sorpresa, primero, irritación después e incontenible ira por último. ¿Qué demonios hacen estas payasas?, sería la pregunta que recorriera la platea. Es exactamente lo que está ocurriendo en la comunidad de Madrid. Los políticos también ensayan un personaje del que esperan, a) que les destaque de entre sus competidores, b) que sea reconocible y atractivo para sus aficionados y c) que sea modulable en circunstancias diversas sin perder la identidad. En el mundo de la escena, este esquema es reconocible sobre todo entre los actores cómicos.

Doña Ayuso se presentó ante el electorado madrileño investida del personaje de dama boba o tonta del bote porque era el tipo que para su público evocaba a la gran dama del teatro de la derecha, doña Aguirre, cuyo puesto en el elenco aspiraba a ocupar la neófita. Ser presidenta de la comunidad de Madrid equivale a prima ballerina del Bolshoi de Moscú. Doña Aguirre con su expresión entre risueña y astuta, aire de estar en Babia, parla elusiva y disparatada, y su grácil y desenvuelta presencia en las situaciones más recias, que parecían resbalarle sobre la piel, no solo encandiló al buen pueblo sino que atrajo la obsequiosa admiración de altos intelectuales –Vargas Llosa, Albert Boadella, ahora sindicados en la colla de los Libres e Iguales– mientras amadrinaba una colonia de ranas altamente tóxicas y demolía con exquisita naturalidad el entramado de recursos públicos en sanidad a beneficio de sus lamelas.

Había señales en el cielo que avisaban a doña Ayuso que nunca podría ocupar el lugar que en la historia ocupa su predecesora. Es más joven, más cortica, más tosca y más alocada que doña Aguirre y le tocaba administrar su maltrecha herencia cuando ya no hay pasta en las arcas públicas para repartir entre los amigos. La actual presidenta madrileña es un producto típico de la selección negativa que opera en los partidos políticos y más que la sucesora parece la chacha de la condesa consorte de Bornos, papel que ya interpretó para medrar en el partido y que en escena bordaban Gracita Morales y Lina Morgan. Como prueba de su carácter irremediablemente plebeyo podría alegarse que los Libres e Iguales no han dicho ni una palabra en su favor, ahora que están ocupados en la defensa del honor de una verdadera marquesa. Y en estas llegó el enjambre de avispas, la inundación o como quieran llamar a la pandemia madrileña.

Nuestro apolíneo presidente del gobierno se ha ofrecido a visitar a doña Ayuso en su casa de la Puerta del Sol de Madrid para ayudarle en este malhadado trance. Parece un gesto solidario pero es la visita del ángel de la muerte. Ya lo hizo cuando visitó en su reducto barcelonés a don Torra, otra lumbrera procedente de la selección negativa. Entonces, los indepes interpretaron el gesto como un reconocimiento de su soberanía y la derecha española se hizo eco y amplificó esta interpretación. Ya ven cómo está don Torra y la soberanía catalana y ya verán cómo queda la derecha española después de la visita de don Sánchez a doña Ayuso, si se produce. ¿Quién sobrevivirá a la pandemia? Se admiten apuestas.