Teatro de operaciones es una anticuada expresión militar que designa el espacio donde se desarrolla la batalla, sus líneas de ataque, puntos de defensa, reservas de amunicionamiento, avances y retiradas, etcétera. Visto sobre un mapa o una maqueta topográfica parece, en efecto, una representación teatral pero hay una insultante paradoja en llamar teatro, que es el ámbito de la simulación, al lugar donde reina la realidad más cruda e inapelable: la muerte. Sin embargo, teatro parece ser a lo que hemos asistido estos días en ese desierto que es la cuna de las tres religiones del Libro.

El ataque de Irán a Israel es acojonante, una granizada de más de trescientos proyectiles: misiles de crucero (36), misiles balísticos (120) y drones (170). El resultado en daños materiales de esta fenomenal ofensiva ha sido nulo, cero, y la única víctima personal fue una niña –beduina, como corresponde al atrezo- herida por un fragmento de chatarra. La exhibición de potencia militar iraní, pues, quedó en un alarde de fuegos artificiales en la noche. El gobierno de Teherán hizo gala (otro término del teatro) de firmeza ante su público pero el ataque demostró que Israel es invulnerable a las armas de las potencias de su entorno y que cuenta con el apoyo militar y político de Estados Unidos y de las potencias occidentales que están en condiciones de prestárselo (Reino Unido y Francia) y alguna árabe (Jordania).

Israel ha conseguido una victoria diplomática y política, además de militar, la cual se daba por supuesta, al conectar Gaza con Teherán. Ya lo intentó al comienzo de la representación cuando su propaganda, muy eficiente, identificó el ataque de Hamás a su territorio el pasado siete de octubre con la estrategia iraní, pero la correosa resistencia de los gazatíes a morir voluntariamente en la represalia subsiguiente dio lugar a un obsceno espectáculo (otra expresión procedente del teatro, que designa lo que debe ocurrir fuera del escenario) de civiles masacrados y asentamientos destruidos ante los ojos del mundo. Este estancamiento del guion amenazaba el desenlace de la obra, así que los guionistas decidieron ampliar el foco de la trama y provocar directamente al antipático régimen de los ayatolas bombardeando una de sus sedes diplomáticas para que reaccionara como se ha visto. Los aliados occidentales de Israel han debido comprender que las treinta y tres mil víctimas mortales de Gaza son un mal menor necesario, como dice nuestro don Aznar, para derrotar al mal supremo. ¿No bombardearon ellos Hamburgo y Dresde con el mismo objetivo cuando tocó hacerlo?, ¿no fue aquella una guerra justa?, ¿no fueron los ancestros de los actuales israelíes las principales víctimas inocentes?, ¿no se hicieron películas y series de televisión bien interesantes con este material? El teatro es la vida, como dicen los comediantes.

Y la guerra de Gaza, una serie de netflix. Los guionistas están reunidos para diseñar los próximos capítulos y ya han adelantado que buscan cómo responder al bombardeo fake de Irán sin incendiar la región. Una precaución necesaria porque no hay nada que deteste más al telespectador que el tiroteo al otro lado de la pantalla le agrie la siesta. Así que tranquilos, y mientras los guionistas buscan una solución de continuidad, el espectador puede revisar los capítulos anteriores de la serie. Por ejemplo, el capítulo piloto que relata cómo empezó esta historia. El ataque de Hamás a Israel el pasado siete de octubre ocasionó unas mil cuatrocientas víctimas mortales y más de doscientas personas secuestradas. Sin negar la veracidad de las cifras y el horror del ataque, el telespectador se pregunta cómo fue posible.

Veamos, el ataque masivo de una potencia dizque nuclear, que, según cuentan, suministra armamento de alta tecnología nada menos que a Rusia para el frente de Ucrania, no produce ni un rasguño en sus objetivos y un puñado de partisanos, o terroristas, si se quiere, fugados de un campo de refugiados en motocicletas y velas de parapente y armados solo con granadas y armas cortas ¿perpetran la mayor mortandad de judíos desde el Holocausto? Dejando de lado lo que de banalización del Holocausto tiene esta repetida comparación y yendo a los hechos, ¿cuánto duró el ataque de los partisanos, o terroristas, si se quiere?, ¿cómo llegaron a unos objetivos aleatorios y casuales sin resistencia?, ¿por qué no fue advertido y contrarrestado de inmediato el ataque por un sistema que alardea de tener una cúpula de hierro que tan bien ha funcionado frente a los misiles iraníes?, ¿qui prodest, que diría el latino?

Las tres religiones monoteístas del Libro se sustentan en una base literal, inspirada o dictada por Dios, lo que implica una relación conflictiva con el teatro porque este representa una realidad mundana, blasfema y alternativa a la verdad revelada. Por razones históricas, los judíos se apartaron pronto de este mandato porque necesitaban reconocerse a sí mismos en entornos perpetuamente hostiles, y hoy proporcionan a la industria del espectáculo las mejores y más rutilantes estrellas, singularmente guionistas porque su religión se basa en una eterna controversia con Dios a través de las escrituras, ya que siendo el pueblo elegido es el más puteado, lo que es un chiste de humor judío. Los cristianos, a su turno, toleran el teatro pero establecen una línea de separación con la verdad, que no siempre es discernible, lo que lleva a frecuentes confusiones entre lo cierto y lo representado, y ocasiona los típicos titubeos liberales: ¿los muertos en Gaza son de verdad o es una añagaza de Irán?

En el islam, el teatro está proscrito. Entre el creyente y el paraíso solo está la palabra de Dios, lo que da a la comunidad islámica un carácter opaco y explosivo. Nada inquieta más a la mentalidad occidental que esas manifestaciones de desesperación y furia que a menudo invaden las calles del mundo árabe y se disuelven sin encontrar respuesta y sin que los telespectadores hayamos entendido su significado. En el romanticismo europeo, esta opacidad cultural provocaba fantasías orientalistas y espoleaba el apetito colonizador, además del desprecio por la vida y las instituciones nativas. Ahora provoca miedo e Israel es el gendarme que vela por los intereses occidentales; al fin, los judíos trasplantados a Oriente Medio son de origen europeo e Israel participa en Eurovisión. A nadie le gusta ver cómo los gendarmes apalean a los manifestantes hasta que cambiamos de opinión cuando se nos ofrece una visión del teatro de operaciones.