El preboste socialista de Castilla-La Mancha ha avisado contra la reforma del código penal que propone el gobierno. Repasen los síntomas de la disensión interna en el pesoe a la que se aludía en la anterior entrada de esta bitácora. La reforma del código penal en proyecto incluye, como medida más publicitada, la reducción de las penas por el delito de sedición, que algunos juristas califican de pre democrático y que permitiría la salida de la cárcel de los dirigentes independentistas condenados. Es lo que la derecha llama un indulto encubierto y don Page se ha sumado al coro. Sin embargo, la propuesta del gobierno es una inteligente opción, incluso la única disponibie, por dos tipos de razones: políticas y constitucionales. Veamos.

Ningún gobierno de la democracia –es decir, ninguno en absoluto, cualquiera que fuera su color político- ha podido gobernar sin apoyo de los catalanes excepto si tenía mayoría absoluta,  circunstancia que será cada vez más rara, si es que llega a repetirse. Tampoco don Sánchez podrá dar un paso sin el apoyo activo o pasivo de una parte significativa del electorado catalán, para lo que necesita rebajar la tensión en la sociedad catalana y, por qué no, agudizar las contradicciones entre un sector posibilista de centro izquierda (esquerra), y otro esencialista de derecha (los ex convergentes), que ya están enfrentados. Hasta aquí el argumento político. Las razones constitucionales se resumen en que la reforma del código penal se hace mediante ley orgánica que aprueba el parlamento por mayoría absoluta, lo que implica debates desde posiciones contradictorias a cargo de fuerzas muy variadas que no son las del gobierno. Si al término del trámite se aprueba la ley será porque hay  una mayoría de la representación popular, que no del gobierno. Una ley orgánica no es un indulto del mismo modo que una moción de censura no es un golpe de estado.

El nacionalismo español, al que ahora ha sumado su voz don Page, es una ensoñación que en sus momentos más febriles tiende a creer que Cataluña es solo una colonia levantisca frente a una metrópoli menguada y en retroceso. La topografía real de España es un núcleo rocoso y altamente radiactivo en el centro geográfico, donde se concentra el poder político y económico, desafiado por una periferia costera aquejada de diversos grados del virus separatista, y entre ambos polos, un vasto espacio de población y recursos menguantes al que llamamos la España vacía, una importante porción de la cual le toca administrar a don Page. Lo que tendría que preguntarse este hombre es qué gana la comunidad que gobierna con los soberanistas catalanes en la cárcel o trasladando a Madrid el mobile world congress, como pretende doña Ayuso para quitárselo a Barcelona. Aunque algo también sabemos del patriotismo españolista y de las élites que lo defienden durante el tiempo que toca, como quien hace la mili, mientras esperan trasladarse a Madrid que es donde está el turrón. Es lo que hicieron don Rivera y doña Arrimadas para estrellar a su partido en el trance. Los nacionalistas periféricos no tienen fuerza ni a menudo intención para cumplir con sus objetivos máximos pero no van a irse de donde están porque es su país. Don Page tendría que preguntarse también si vale la pena negar esta evidencia para dar la razón a vox y sus compañeros de viaje.