En estos momentos, la principal incógnita que nos tiene en suspenso es en qué punto del planeta estallará la tercera guerra mundial.  Desde una perspectiva convencional, diríamos que Oriente Medio presenta una buena candidatura pero en el mundo hispánico tenemos otro candidato prometedor: Venezuela. Y en el caso que de esta candidatura sea desestimada por los poderes terrenales que manejan el cotarro, lo que no es seguro, aquí ya estamos calentando en la banda. Maduro vs. Guaidó, el principal problema de España. Celebramos una guerra civil por poderes que debiera tener lugar en su espacio natural, al otro lado del Atlántico pero, qué quieren ustedes, al fin y al cabo es un país hermano y lo llevamos dentro.

La última escaramuza de este conflicto la ha protagonizado don Ábalos, el ministro de Fomento. Es curioso el destino de este hombre, que parece gente de paz pero no para de meterse en líos. Tiene el levante del país destrozado por los efectos del temporal Gloria pero la derecha ha pedido su cabeza por entrevistarse con la vicepresidenta de Venezuela, la número dos de Maduro, toma ya, en circunstancias que nadie consigue explicar cabalmente. El aparato de comunicación del gobierno es manifiestamente mejorable y más valdría que se tomara en serio responder a la pregunta de por qué tiene tantas dificultades para explicar, primero, los hechos que protagonizan los ministros y replicar después a las interpelaciones o insidias, si lo son, de la oposición. Entre otras funciones, al gobierno le compete acabar con la confusión que se ha adueñado del patio y más vale que renuncie a la esperanza de que la oposición vaya a abandonar la estrategia del barullo. La derecha trifásica, pilotada por vox, jugará todas las bolas que sobrevuelen la cancha y alguna bien puede darle en la cara a don Sánchez con efectos irreparables.

La novedad de esta última escaramuza venezolana es que ha abierto un frente interno en el mismísimo pesoe. Don González no pierde ocasión de manifestarse como la serpiente del lago Ness y ha emitido una declaración a favor de Guaidó; al otro lado de la cancha, don Zapatero apuesta por el diálogo, es decir, no contra Maduro. Las guerras civiles internas en el partido socialista son temibles porque terminan por afectar a todo el país. Hemos tenido alguna prueba en años recientes, precisamente a cuenta del liderazgo de don Sánchez pero hay otros precedentes escalofriantes. En el acto de toma de posesión de Manuel Azaña como presidente de la República, en el Palacio de Cristal del Buen Retiro, Luis Araquistáin (caballerista) le dio una hostia a Julián Zugazagoitia (prietista) por ciertas diferencias de criterio entre ambas facciones. Tuvieron que separarlos como en una gresca de bar. Así empezó la república, que terminó con un enfrentamiento a tiros entre Juan Negrín y Julián Besteiro ante la misma boca de los fusiles de Franco. Ojo, pues, con las disensiones socialistas, que, como puede ver cualquier lego, son azuzadas sin rebozo por la derecha. La declaración de don González responde a la demanda de los poderes económicos que le pagan y coincide con don Aznar, que recibirá a Guaidó en el ayuntamiento de Madrid, como si fuera el alcalde porque manda más que el alcalde. González y Aznar tienen el mismo propósito: desalojar al gobierno de don Sánchez. Tendría maldita la gracia que fuera la primera víctima del lío venezolano.