El abuelo no sale de su mausoleo faraónico y el nieto no entra en la cárcel. Es la ilustración castiza de la famosa cita atribuida a Antonio Gramsci: lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. La cita es una arbitraria traducción de un fragmento de los Cuadernos de la cárcel del ensayista y político italiano, cuya literalidad dice así: La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer; en este interregno se registran los fenómenos insanos más variados. Esta traducción es menos eufónica pero más precisa y sutil para definir las circunstancias del presente.

Lo viejo murió hace cuarenta años, así que está muerto, si bien preservado bajo una losa de tonelada y media, que el tribunal supremo ha autorizado, por fin, a remover, pero que un juez de instrucción quiere mantener en su sitio, es decir, sobre las espaldas de nuestra memoria histórica, porque su levantamiento supondría un grave riesgo de salud pública, quizá por los gases mefíticos que emanan del agujero. Es el momento en que las sentencias judiciales se convierten en argumentos para un ensayo de Gramsci o para una obra de teatro de Brecht. Ya veremos cómo termina la función.

A la vez, lo nuevo no puede nacer y el nietísimo de la momia, acusado de atropellar a una pareja de la guardia civil de tráfico, seguirá siendo el nietísimo y no entrará en la cárcel porque el asunto es constitucionalmente irrelevante. El acusado fue condenado por el atropello en primera instancia porque el vehículo que embistió a los guardias era de su propiedad y los agentes afirmaron que iba al volante; luego, la audiencia provincial revocó la sentencia porque testigos declararon que el acusado no estaba en el lugar de los hechos, y, por último, el tribunal constitucional ha desestimado el recurso de la asociación profesional de guardias civiles porque el asunto carece de especial trascendencia constitucional. Qué sabrán los jueces. Prueben ustedes a embestir a una patrulla de la guardia civil y verán los efectos que tiene, constitucionales y de los otros, y si no consiguen imaginárselo, pregunten a los acusados de Alsasua. Entretanto, discurre este  interregno en el que se registran los fenómenos insanos más variados.