Este quicio del calendario en el que convenimos que algo se ha ido y algo llega parece buena ocasión para publicar las ocurrencias que siguen. Ahora que el tiempo ha ganado todos los envites, el ocurrente insiste en arrojar piedritas al estanque y en seguir porfiando con inocuos cubileteos de palabras.

  • Aburrirse es quedarse a solas con el tiempo.
  • El tiempo, una arcilla con la que el individuo que lo habita moldea hábitos y leyendas.
  • La literatura –desde la teología al vodevil- tiene como objeto distraer del transcurso del tiempo y entretener a sus prisioneros.
  • La creación fue un acto libre y arbitrario de dios: el primer intento para escapar del tedio del que tenemos noticia.
  • Adán y Eva se aburrían en el paraíso y perpetraron una acción que dio inicio a la historia. No conocemos la naturaleza de la acción, excepto que fue impulsada por el deseo y careció de propósito.
  • La cópula es un acontecimiento disruptivo que extingue el aburrimiento. La naturaleza y las especies que la habitan no se aburren nunca.
  • Esperar a otro te convierte en su prisionero. El tiempo es un grillete del que conviene tener la llave.
  • El instante presente es la unidad de medida del tedio. Basta pensar en él para que nos desplomemos en el vacío.
  • El presente es una magnitud imaginaria que convencionalmente sirve de eslabón entre el recuerdo y la esperanza.
  • Un segundo de tiempo es un dilema: ¿lo pierdes o lo ganas? Ya ha pasado.
  • Dos maneras de combatir la tiranía del tiempo: el oficinista quiere domesticarlo mediante la rutina; el aventurero lo desafía. Ambos buscan convertirlo en su aliado, en vano.
  • En castellano, “hacer tiempo” es sinónimo de esperar a que un acontecimiento le ponga fin, y “echar la mañana” es llenar como sea el vacío de ese contenedor temporal.
  • No podemos imaginar el tiempo sino por intervalos medibles por el reloj o el calendario. Ahí reside la dificultad de cualquier historia, su radical inexactitud.
  • Pesadilla de los relojes: el analógico nos representa el eterno retorno; el digital, la línea del infinito.
  • El tiempo cíclico conserva la memoria; el lineal fomenta el olvido.
  • El olvido es un gesto necesario para seguir viaje. La mochila que se deja a la vera del camino sin que nada nos garantice que este no sea circular y volvamos a reencontrarla.
  • La memoria, motor del tiempo y también su peso muerto.
  • Tiempo cíclico y tiempo lineal son categorías míticas y también propuestas espaciales. El primero nos invita a seguir en este planeta que gira sobre sí mismo; el segundo nos sugiere huir a otra galaxia.
  • La topografía describe un espacio que se construye en el tiempo, un tiempo que cristaliza en el espacio. Esto explica las dubitaciones en una encrucijada de caminos.
  • Podemos librarnos de la tiranía del espacio a través del viaje pero ¿qué nos libra de la tiranía del tiempo?
  • El tiempo se resiste a morir y los yacimientos arqueológicos son la prueba. La historia es el tiempo momificado.
  • Curiosa experiencia humana que hace ver el tiempo como un bien escaso cuando es una magnitud infinita.
  • El instante propicio, el punto de inflexión, el momento oportuno, la ocasión irrepetible, son expresiones destinadas a identificar el tiempo con nuestra suerte y ponerlo de nuestra parte, hacerlo inteligible y acogedor antes de que nos devuelva al caos.
  • Cada ser vive en su propio tiempo, como tiene un espacio propio. Los abusadores invaden nuestro espacio; los pelmazos, nuestro tiempo.
  • Cruce de miradas entre el pez y el humano a través del cristal del acuario. El primero lo olvida de inmediato; el segundo no puede dejar de recordarlo un día y otro, hora tras hora. Un espejo regido por dos tiempos distintos.
  • Curiosamente, el tiempo dedicado al tiempo te libra, al menos temporalmente, de la tiranía del tiempo.

A la memoria de Miguel Urabayen Cascante (1926-2018), fallecido ayer. Periodista y maestro de periodistas, decano de la crítica cinematográfica en España y entrañable persona,