Por fin el globo ruso se ha hinchado lo bastante para provocar un incidente diplomático. No sabemos qué gradación prevén los protocolos para esta clase de situaciones pero podríamos apostar a que estamos en defcon uno. Ahora empieza el intercambio de señales de humo para  determinar si fumaremos la pipa de la paz o desenterraremos el hacha de guerra, un juego que mantiene al pueblo llano entre distraído y atemorizado, que es de lo que se trata. ¿Cómo se fabrica un señuelo político que, primero sorprenda, luego despierte curiosidad, más tarde interés, y por último, hostilidad? El método debe estar en algún manual goebbelseano pero, si no lo tienen a mano en su biblioteca, basta que sigan atentamente la trayectoria del globo ruso, preferentemente desde las informaciones del diario de referencia, que es el que más gas ha insuflado para que tenga las dimensiones que tiene ahora. La elección del señuelo es la primera dificultad para los artífices de esta estrategia, toda vez que, en esta ocasión, venezuela resultaba poco creíble como antagonista principal, pero no hubo dificultad en encontrar un sustituto porque es un clásico desde que cierto preboste de cuando entonces proclamó desde el balcón de la sede de la falange, ¡Rusia es culpable!

Esta elección tópica y por ahora indolora permite esperar que el conflicto beneficie a los dos antagonistas y no pase del chisporroteo digital. El narcisismo de don Putin se ha debido sentir masajeado al ver que una potencia insignificante señala con el dedo su peligrosidad –¡uuuhh, que vienen los rusos!– y, a su turno, España ha podido tocar las narices al oso ruso (uy, iba a escribir soviético) en la seguridad de que su zarpazo de respuesta tendría que atravesar el muro blindado de la otan. Y aquí llegamos a otra clave de la cuestión. Don Rajoy ha demostrado una vez más su inagotable capacidad para conseguir que otros hagan su trabajo, cuando no es doña Soraya EseEse, es el fiscal don Maza, el tribunal constitucional, más tarde la unión europea, ahora el Kremlin y, si las cosas no vuelven a la normalidad, como él dice, la otan y una reedición de la guerra fría, durante la cual, curiosamente, él y su gente vivían calentitos. A este fin, el país ya tiene una solución acreditada: la división azul, que podría reclutarse entre los ultras de las peñas futbolísticas que andan entrenándose estos días por las calles de la ciudad zurrando a los enemigos de la patria. Al fin, don Rajoy es aficionado al fútbol.

P.S. Releo lo escrito y trago saliva. Juro, señor juez, que no soy corresponsal de Russia Today ni de Sputnik y no conozco de nada a don Assange ni a don Snowden. Soy lo que he sido toda la vida, un tonto útil, un compañero de viaje, aunque a mi edad aún no he conseguido saber para qué soy útil ni a quién acompaño. En eso me pasa lo que a doña Cospedal, ministra que es de los ejércitos del reinodeespaña.