¿Cuántas semanas llevan los agraviados agricultores dando la murga con sus tractores en las calles? Esta mañana han conseguido ahogar con sus bocinas a las campanas de San Miguel, lo que tiene su mérito. Dinosaurios en una jungla cretácica habitada por seres diminutos y pedestres a los que pueden aplastar bajo sus ruedas; artefactos monstruosos que amedrentan a urbanitas cargados con la bolsa de frutas y verduras que han comprado a doblón y a los que resulta difícil entender que pueda estar en peligro la economía de tipos que poseen semejantes vehículos y llevan días consumiendo a chorro gasoil subvencionado. ¿Quién se ocupa del campo mientras ellos están haciendo turismo protestatario en la ciudad?

Lo cierto es que, a medida que se prolonga la protesta de los tractores, más ininteligible se hace su causa. Ni siquiera sabemos cuáles son sus reivindicaciones ni cuál la autoridad con la que deben sentarse a negociar. Probablemente, ellos tampoco lo saben (de hecho, las organizaciones agrarias tradicionales no están al frente de las manifestaciones), así que, mientras encuentran un objetivo para la protesta, dan vueltas por la ciudad a la grupa del tractor. En la era de la queja, ellos la tienen más grande. De momento, los gobiernos, español y europeo, han cedido en la rebaja de la agenda verde pero hay para dudar que sea esa la principal causa del malestar. Lo que podemos entender todos es que las grandes distribuidoras pagan los productos por debajo del coste de producción. Pero eso es el mercado, amigo.

Históricamente, el capital inversor en el sector primario (también el español) se desplaza a los países pobres, donde los factores de producción son más abundantes y baratos, y los frutos del campo proporcionan rendimientos apreciables si se venden en los países ricos. A su vez, estos compran seguridad política al eliminar los aranceles de las importaciones procedentes del llamado sur global porque sirven para afianzar la economía de esos países y en alguna medida evitan así las migraciones de mano de obra de baja cualificación, que para los propietarios de los cultivos del plástico serán una bendición pero en la ciudad son un incordio. Este argumento es obvio en las relaciones con los países del Magreb. En Ucrania, las exportaciones de grano al oeste, sin aranceles, forman parte de la ayuda europea al esfuerzo de guerra en un conflicto en el que Europa está implicada, a riesgo cierto de que las entradas de grano ucraniano desestabilicen a los agricultores polacos, como ha ocurrido.

La famosa pac (política agraria común) fue implementada (1962) en los primeros balbuceos de lo que luego ha sido la unioneuropea para evitar el despoblamiento del mundo rural en un proyecto en el que las piedras angulares eran la industria y más tarde los servicios. Así, la agricultura fue desde el primer momento el eslabón débil de la creación europea. Pero la pac no pudo prever la globalización, donde son inútiles los artilugios comerciales para afianzar los productos locales, como la denominación de origen, que tienen que someterse a la dictadura de los precios. Y ya que hablamos de ello, ¿por qué no nos apeamos un momento del tractor para preguntar a los pakis cómo les va en las tres o cuatro groceries rebosantes de frutas y verduras que venden a precio muy competitivo frente a las tiendas tradicionales y grandes superficies afincadas en el barrio?

Bueno, la verdad es que no se puede conducir un tractor por la ciudad y cavilar al mismo tiempo, y las bocinas de los tractores son todavía un lenguaje muy rudimentario para urdir argumentos y hacer cuentas, así que otra vez será. Entretanto, los panzer se pasean por la calle a su antojo y como si fuera suya, ante la mirada de los peatones, que empezó siendo amistosa y complaciente y cada vez es más resignada y escéptica. La buena noticia es que ningún juez venado acusará a los manifestantes agrarios de terrorismo, a pesar de que inevitablemente han aporreado vehículos de la guardia civil, ocupado vías de tránsito rodado, colapsado centros urbanos, zarandeado a agentes policiales y provocado algún herido.