Barullo agrario y amnistía al pijerío puigdemontés, he aquí los dos asuntos que nos tienen cabeza abajo. ¿Signos del apocalipsis que viene o trampantojos de nuestra enrevesada y acobardada visión de la realidad?

La gente del campo representa el 2% de la población de la unioneuropea y aporta el 1,4% de su producto interior bruto, pero ocupa el 80% del territorio (en España, el tamaño medio de la propiedad agraria es de 44 hectáreas) y recibe el 35% del presupuesto de Bruselas, lo que no impide que sus activistas hayan paralizado a todos los países de la unión y acojonado a las autoridades comunitarias, a las que les ha faltado tiempo para frenar la normativa medioambiental en materia de pesticidas, con la consiguiente alza de las acciones de Bayer en la bolsa de Frankfurt.

Los puigdemonteses son solo la cuarta fuerza política en Cataluña y la quinta en el conjunto de España, pero tienen atrapado al gobierno y al borde del abismo la continuidad de la legislatura. Los beneficiarios de la amnistía, que está en aire, serían 1.432 personas, pero una docena de privilegiados amenazados por un par de jueces en modo anarcojudicial ha paralizado la aprobación de la ley, y con ella al gobierno y al parlamento.

Agricultores y puigdemonteses son dos minorías que tienen la misma demanda estampada en sus pancartas: ¿qué hay de lo mío? Dos rasgos, hijuelos del neoliberalismo rampante, explican su movilización: la anomia social y la suerte. Los agricultores han invadido las ciudades al margen de sus organizaciones sindicales, espoleados por la trompetería de las redes sociales. A los puigdemonteses, la suerte les obsequió con unos pocos diputados, insignificantes para la gobernación ordinaria pero determinantes para el sostén del gobierno. Y de este modo, unos y otros están en la cima de preocupación pública.

Los gobiernos concernidos están en la inopia. Ni la comisión europea ni don Sánchez y su gobierno habían previsto el marrón que les ha caído encima.  A la primera le ha faltado tiempo para corregir su agenda y el segundo anda febrilmente ocupado en explorar la maraña de normas procesales y penales en busca de una solución satisfactoria para los afrentados puigdemonteses. En resumen, ambos ejecutivos exhiben una debilidad inquietante en relación con el hecho de que tienen el destino de todos nosotros en sus manos. Este desconcierto es el nutriente de la extrema derecha, que está detrás de las tractoradas agrarias y en concurrencia con el voto de los puigdemonteses en el parlamento español.

El neoliberalismo consiste en delegar en el mercado el gobierno real de la sociedad, el que atañe a las cosas de comer, y dejar para uso de la política tradicional esa impostura que llamamos batalla cultural, cuyos efectos desestabilizadores ha detectado y aprovecha en primer término el neo o post fascismo presente en toda Europa. La paradoja de la democracia liberal radica en que constriñe a la sociedad, la despoja de cohesión y provoca la aparición de movimientos espasmódicos, que en último extremo rentabiliza el mercado. Los agricultores volverán a casa en sus tractores sin más triunfo conseguido que una elevación del malestar social y mayores dividendos para fabricantes de pesticidas, que a su vez invierten en fondos propietarios de grandes latifundios. En cuanto a los puigdemonteses, con o sin amnistía, no tendrán que temer a los jueces porque la coalición reaccionaria en el gobierno desactivará el ardor guerrero de los togados que ahora los persiguen.

Europa es hoy un cuadro de Brueghel el Viejo, poblado de gentes hacendosas y distraídas, entre las que se puede atisbar algún personaje particularmente absorto y estrambótico. Sin salir de casa podemos citar dos, a ambos extremos de la sokatira. A doña Isabel Díaz Ayuso la han premiado los madrileños con una mayoría absoluta para que les entretenga con bobadas y en este desempeño ha arengado a los jóvenes para que peleen y se arriesguen ante la falta de recursos de formación para el empleo; si le hacen caso y se echan a la calle, un juez les empapelará por terrorismo.

Don Pablo Iglesias en su nuevo papel de publicista ha emitido un editorial en la que se esfuerza por destacar el carácter anticapitalista de las protestas agrícolas, olvidando que una de las demandas políticamente explícitas de los manifestantes es la derogación de la agenda 2030, que al común nos suena a chino pero que el editorialista debería saber qué es porque tuvo en su cartera ministerial la obligación de desarrollar la mencionada agenda cuando formó parte del gobierno de don Sánchez, aunque vista la deriva posterior de don Iglesias comprendemos que estaba a otras.

Brueghel pintó su obra en tiempos de las guerras de religión que transformaron las naciones de Europa.