La adolescencia es una edad difícil y las podemitas empiezan a parecer esos adolescentes eternos, vehementes y fastidiosos, ante los que sin embargo no puedes evitar que despierten en ti un brote de ternura. En el curso de las negociaciones para la formación del actual gobierno, en la que el objetivo podemita era restaurar a doña Irene Montero al frente del ministerio de igualdad y por parte de sus interlocutores evitarlo a toda costa, estos le ofrecieron la embajada de Chile como premio de consolación. Realpolitik en estado puro; marca de la casa del pesoe a la que empiezan a aficionarse también los socios sumandos de doña Yolanda Díaz.

La historia la ha contado la secretaria de partido morado y negociadora en jefe, doña Ione Belarra,  la cual, según su propio testimonio, se echó a llorar cuando escuchó la propuesta. ¡Se echó a llorar! ¿Pueden imaginarse una reacción más conmovedora ante lo que a sus ojos era una vileza? Doña Belarra, paisana de esta remota provincia subpirenaica, pertenece a un tipo humano que fue muy frecuente en esta su tierra y alguna huella ha dejado en el adeene colectivo: la monja que reúne en su carácter un amor inconmensurable por la humanidad doliente y descarriada y una terquedad a prueba de toda evidencia de los hechos. En la bicoca que le ofrecían a su camarada y amiga Irene debió ver la risa del diablo. Luego, tras secarse las lágrimas, explicó su negativa a aceptar el soborno con el característico lenguaje acartonado de nuestra clase política: hubiera sido muy fácil dar un paso a un lado y buscar una salida política, pero [doña Montero] ha dado un paso adelante. Aquí le pudo la emoción y le traicionó el argumento: ¿es político aceptar una prebenda y no lo es rechazarla? Una opción es política y la otra, ¿qué es? ¿mística, acaso?

El paso a un lado contrapuesto al paso adelante ilustra bien la coreografía podemita. El adolescente que se enfrenta al mundo sin mediaciones ni filtros y, a fuer de negar obstáculos y componendas, convierte su lucha en un espectáculo narcisista. Está encantado de haberse conocido y se le da una higa cómo le vean los demás. La ristra de comentarios de lectores de la noticia es ilustrativa de una cierta opinión común, seguramente mayoritaria: Uno, tenían que haberle ofrecido la embajada en Mongolia; otro, ¿no hay embajada en la Luna?; otro, le ofrecieron la Antártida pero con la negociación se acercaron a Chile; otro, si está tan comprometida con la lucha feminista podrían mandarla a Irán o a Arabia Saudí; otro, esta mujer en una embajada provoca la guerra con el país anfitrión. En las varias decenas de comentarios publicados es imposible encontrar uno que muestre acuerdo o simpatía por la ex ministra; lo más argumentado que puede leerse es: el daño hecho por Irene Montero a la izquierda de este país (y también al feminismo) ha sido inmenso. Alcanzó un nivel difícil de superar. En lo personal no le deseo nada malo, pero que, por favor, por el bien de todos, se mantenga alejada de la política.

Sin duda es injusto como lo son todos juicios sumarios, pero en todo caso real. La ejecutoria de doña Irene Montero con la ley estrella de su mandato, de garantía integral de la libertad sexual, conocida como de solo el sí es sí, la inhabilitará por mucho tiempo para un cargo ejecutivo. Sin embargo, lo que ocurrió a la promulgación de esta ley aún sigue siendo un misterio: cómo es posible que nadie en el proceso deliberativo del texto, sin duda conocido por altos cargos gubernamentales de acreditada formación jurídica, incluido el entonces ministro de justicia y ahora magistrado del constitucional, don Juan Carlos Campo, nadie reparara en lo que fue inmediatamente evidente para abogados de delincuentes sexuales y para jueces a los que faltó tiempo para rebajar penas a las que estaban condenados apenas se publicó la ley en el boletín. ¿Fue por la terquedad de la ministra, que desoyó las observaciones de los expertos, o porque sus enemigos en la mayoría de la coalición de gobierno le tendieron una trampa para que deje de dar problemas? La ministra y su equipo parecieron entonces sinceramente sorprendidas por el efecto fulminante que tuvo su ley,  lo que no dice nada a su favor y menos si, como reaccionó la ministra, no se les ocurre ninguna explicación mejor que tildar de machistas a los jueces.

Sea como fuere, la pifia de una ley de la que por lo demás nadie, incluidas las podemitas, ha explicado sus virtudes, perseguirá a la ex ministra durante bastante tiempo. Puede que no quiera dar un paso a un lado pero deberá estar segura que tampoco podrá darlo al frente. La adolescencia suele ser una edad atormentada pero cierta gente se siente tan bien en ella que no quiere dejarla atrás, si siquiera para descansar una temporada en la costa del Pacífico austral a gastos pagados.