Domingo, 26 de junio de 2022. Manifestación contra la otan en Madrid. Asisten entre treinta mil y dos mil personas, según quién haga la cuenta. En el mejor de los casos, ni la décima parte de los doscientos cincuenta mil que se manifestaron el 15 de noviembre de 1981 con los mismos eslóganes –otan no, bases fuera- que se escucharon ayer. En aquella ocasión faltaban pocos días para que el senado ratificara el ingreso en la coalición militar, que no fue solo una exigencia geoestratégica del imperio occidental y una continuidad lógica de la política de Franco con Washington, sino una vacuna contra los fantasmas domésticos del país. Acabábamos de salir, aún no se sabe muy bien cómo, del susto del 23F y era mejor una base americana en Rota que Tejero en el congreso, pistola en mano. Ahora, el dilema, si se planteara, sería otro porque quienes han asaltado el congreso son Trump y los suyos y la amenaza antidemocrática está en el corazón del imperio, lo que demostraría que las alianzas militares son más duraderas que las democracias. Pero volvamos a 1981.

Hay algunas similitudes, tanto internacionales como domésticas, entre aquella fecha y estos días. Entonces, empezaba en occidente la revolución neoliberal de Thatcher y Reagan, empeñados contra un doble enemigo: en casa, el estado del bienestar y en el escenario internacional, Rusia o la urss, como se llamaba entonces. En el este europeo, Polonia estaba bajo la ley marcial para frenar al movimiento sindical y en todo el bloque soviétivo se oían los primeros crujidos de la quiebra. Rusia había invadido Afganistán y en Europa los contendientes de la guerra fría desplegaron misiles balísticos de alcance medio que extendían la amenaza nuclear a todo el continente. Bien, como se ve, las cosas han cambiado poco y a peor. Ahora, intentamos salir sin mucho éxito de una doble crisis, económica y sanitaria; el modelo neoliberal está en quiebra; Rusia ha atacado a Ucrania, y los misiles de aquí y de allá tienen más alcance y más capacidad mortífera. Malos tiempos excepto para la industria armamentística.

En 1981, el 53% de la población española estaba en contra de la pertenencia a la otan, una sigla que tenía la virtud de concitar la unanimidad de la izquierda en su contra. Don Felipe González, se vio obligado a cargar con este fardo para ganar las elecciones –otan, de entrada no– y cuando las ganó por mayoría absolutísima lanzó a la sociedad un desafío con aroma de chantaje: o nos mantenemos en la otan o me voy. Fue el referéndum del 31 de mayo de 1986. Vota sÍ en interés de España. Don Felipe pasó con aprobado holgado el trámite refrendario. El 56,85% votó a favor de la permanencia en la otan. Fuera por miedo a lo desconocido o por sentido común, se había producido un giro de ciento ochenta grados en la opinión pública. El resultado consolidó la plataforma de poder de don González, que se mantuvo firme durante una década.

El segundo efecto fue una ducha de realismo político que dividió a la constelación de la izquierda en un bloque mayoritario curado para siempre de ensoñaciones revolucionarias y propenso a la acomodación, y una minoría, llamémosle utópica, empujada a una marginalidad de la que aún no ha conseguido salir, como se demostró ayer en la manifestación. Hoy, el 83% de la población es partidaria de la permanencia en la otan.

Don Sánchez es admirador y émulo de su ancestro don González y podemos apostar a que busca para sí un efecto parecido al del referendo de 1986 en la cumbre de la alianza militar que mañana se abre en Madrid. Hay, sin embargo, un punto ciego, nunca formulado oficialmente, en el acuerdo de adhesión de España: la defensa de las ciudades de Ceuta y Melilla queda fuera de la jurisdicción otánica. Es una circunstancia a la que don Sánchez intentará poner remedio, y eso explicaría los por ahora inexplicados gestos a favor de Marruecos en el Sáhara occidental y en la represión de la inmigración irregular en la frontera de Melilla, En todo caso, el gobierno no quiere que ningún comentario en ese sentido empañe su luna de miel con Rabat y el ministro Albares ya ha declarado que las amenazas a España vienen del este y no del sur. Eso será según cómo se ponga el mapa sobre la mesa.