Don Casado, expulsado de malas maneras por sus conmilitones del cargo de jefe de la oposición, ha abandonado el hemiciclo pero ha dejado en el escaño la carraca. A la primera oportunidad, doña Gamarra en funciones ha vuelto a la murga acuñada por su ex jefe en estos dos años, con una única melodía ensayada una y mil veces en las sucesivas sesiones de control del gobierno: usted, don Sánchez tiene la culpa de todo y se aprovecha de todo para eludir sus responsabilidades, la pandemia, el volcán de La Palma, la guerra de Ucrania, y el juicio final si llegara esta tarde. Don Sánchez, que a fuerza de soportar la milonga, le ha cogido el punto y sabe que es inane, ha maquillado su cara de cemento con un gesto de suave y estudiada indignación y ha respondido: la culpa de la inflación la tiene Putin. Toma ya. El jefe de la patronal aplaude: los dividendos de las eléctricas, ni tocarlos. Don Sánchez es un resiliente, según su acreditada leyenda, y su misión no es hacer historia sino sobrevivirla. Y por ahora ha eludido obuses más grandes y amenazadores que la carraca del pepé.

Entretanto, lejos de este rinconcito del mundo que google maps sitúa en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, donde malvive la ajada soberanía nacional, la historia sigue su curso. Los neofascistas europeos han entrado en las instituciones comunitarias a través de Castilla y León (bueno, en realidad ya están en Italia). El suceso puede tomarse como una revancha de la historia o como un episodio de cómic: la reconquista, ese mito eterno del que por aquí tenemos el copyright, vuelve a empezar en las tierras del Cid Campeador. En Europa no le pillan el chiste y el jefe de los conservadores europeos, un polaco que tiene buenas razones en su propio país para entender la perturbación que significa la ultraderecha en el gobierno, ha recibido la noticia con un comentario sombrío: espero que sea un accidente y no una tendencia. Don Casado, que estaba a su lado en misión protocolaria post mortem se ha apresurado a imitar a Bart Simpson: yo no he sido. El marrón queda para el prenatal don Feijóo, el impecable señor serio y formal, como le gustan a su paisano don Rajoy los políticos, que va a hacer su entrada en el reñidero nacional con un churretón de grasa en la solapa de la americana. Don Feijóo de inmediato ha encontrado al culpable del retorno del Cid: el pesoe. Don Feijóo se estrena ensayando con la carraca.

Todos estos sucesos han sorprendido a los/las podemitas aplicándose mercromina en la herida del pie que ellos mismos se han infligido al disparar la perdigonada de los partidos de la guerra contra su socio de gobierno. Lo dijeron porque no apartan la oreja de los soliloquios de su ex don Iglesias en LaBase. No nos referíamos al pesoe, se han excusado balbuceando los/las podemitas. Pelillos a la mar. Hace falta ser un genio en estrategia política para desviar hacía sí mismo el baldón de amigos de Putin, que tienen acreditado don Abascal y sus correligionarios europeos. El pepé está encantado de poder agitar la carraca con esta nueva estrofa argumental.

Y así vamos tirando en medio de la que probablemente es la mayor crisis política en Europa desde el final de la segunda guerra mundial.