Entiendo la política desde la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros. Es la frase testamentaria con la que se ha despedido don Casado en el parlamento y le ha gustado tanto que la ha subido a tuiter. De esta sarta de vaciedades quédense con la preposición desde. Es una partícula muy frecuentada en la jerga política. Los políticos hacen, sienten, proclaman y mercadean siempre desde un promontorio, que ellos imaginan como un lugar limpio y tranquilo. Desde, según el diccionario, denota el punto, en tiempo o lugar, de que procede, se origina o ha de empezar a contarse una cosa, un hecho o una distancia. En su origen etimológico latino contiene la partícula ex, que indica un espacio aparte, fuera de la situación que se describe, es decir, fuera de la realidad. Ex también designa al que ha sido algo o alguien y ya no lo es. Don Casado ha vivido un sueño cuya última hilacha son las palabras de despedida en la que evoca los nobles principios y valores que flotaban en el sueño del que ahora despierta abruptamente.

Desde es una partícula multiusos que los políticos llevan en la mochila como una navaja suiza y se maneja como una de esas escalerillas portátiles que te permiten alcanzar el tarro de mermelada alojado en el último anaquel de la estantería o asomarte sobre el borde del puesto de caza desde donde se espera el paso de la presa, ya sea un jabalí o la presidenta de la comunidad de Madrid. En el proceso de instalación de este artilugio, el político está exultante, anhelante, y lo vive como un sueño. Después, si las cosas no van bien, el tarro de mermelada le cae en la cabeza y el jabalí se escapa tan pimpante, y es entonces cuando cuenta lo que quería hacer desde la escalerilla fallida.

Los cronistas que han indagado en las últimas horas de don Casado, encerrado con sus leales en la planta noble de la sede de la calle Génova como Julio César estuvo acompañado de los suyos en la Curia de Pompeyo, cuentan que el malparado jefe del pepé apenas abrió la boca y solo para expresar su estupor por las puñaladas que recibía, también de aquellos a los que había encumbrado. ¿Tú también, hijo mío? ¿Qué he hecho mal para merecer esto? Y aquí acaban las similitudes del líder palentino con el dictador romano. La carrera de don  Casado ha sido un constante e infatigable esfuerzo por agradar a quienes debía sus ascensos y oportunidades, ya fueran don Aznar y doña Aguirre, que lo impulsaron a la cabecera del partido, o,  ya de jefe, a lo que consideraba la demanda de la derecha resumida en el lema, leña sin tregua ni piedad a Sánchez y el sanchismo, y en este empeño lo dio todo, como suele decirse, desde ir a Bruselas a desacreditar a su país hasta abrazarse a un corderillo para salvar la ganadería. Nunca estuvo seguro en el puesto porque doña Ayuso le llevaba siempre ventaja y parecía reírse de sus afanes, y la misma inseguridad le empujaba a redoblar el esfuerzo y a perpetrar más disparates en más telediarios. La mera acción, desbocada y sostenida, producía en él un efecto psicotrópico y lo sumía en un sueño calderoniano desde el que envía ahora su tuit de despedida.