Verano aciago para la causa de los cruzados. No solo han sido expulsados de la plaza estratégica de Kabul (el Jerusalén del siglo veintiuno) sino que el emir de Qatar ha infligido un duro revés al orgullo de don Florentino Pérez, un eximio representante del juego limpio, que no ha podido rescatar de las garras del moro al esclavo de oro, el adorable Kylian Mbappé, para traerlo al realmadrid, donde le esperábamos con los brazos abiertos y donde hubiera podido saludar a doña Ayuso y al rey don Felipe. Mbappé, veintidós años, es uno de esos jóvenes de alto coeficiente intelectual alojado en los pies y de los que el fútbol español está siendo desangrado por sus adversarios tradicionales, moros bajo bandera francesa. El emir Hamad bin Jalifa Al Thani ha debido disfrutar de lo lindo en este zoco medieval negando con la cabeza a cada nueva oferta del sudoroso don Florentino, uno de los dueños de España, que llegó a ofrecer ciento ochenta millones de euros por la presa, el salario de un trabajador español durante diez mil años.

La desgraciada historia del fichaje fallido ha sido contada como un romance de ciego durante este interminable verano, día tras día a la sobremesa, por un periodista deportivo de aire bufonesco y servil, un tal don Pedrerol, que culminaba su prédica diaria con una repetida intervención de don Florentino en la que nos pedía a los espectadores carcomidos por la ansiedad que nos mantuviéramos tranquilos. En esta espera inhóspita y estival han ocurrido más sucesos, todos nefastos, la defección de Sergio Ramos del madrí y de Leo Messi del barça, ambos atraídos a la cuadra de purasangres del emir qatarí. En una de sus cínicas novelas, Michel Houellebecq narra la ocupación pacífica de Francia por el islamismo y la conversión de La Sorbona en un centro islámico. Por ahora, la profecía novelesca solo ha llegado al peesegé, el primer equipo de fútbol de París y uno de los primeros de Europa, para no mencionar otros de su categoría en el Reino Unido, que ya son propiedad de capital petromonárquico (los ingresos del petróleo constituyen el ochenta por ciento de la renta del estado familiar qatarí).

Bien, algo indica que habremos de afrontar el futuro con cierto realismo. Nos ayudará saber que esta situación no es insólita en nuestra historia. Abd al-Rahmán ibn Muhámmad, más conocido por los escolares de antaño como Abderramán III, vivió setenta años (891-961) y gobernó la península ibérica durante cincuenta, fue aquel el reinado más largo de nuestra historia, más que el de Franco o el de Juan Carlos I, que no fueron cortos. Vista desde esta perspectiva, la caída de Kabul no parece tan grave. Así que, como diría don Florentino, tranquilos.