El levísimo batido de alas de una mariposa en Cataluña provoca un vendaval que arrasa Madrid. Es la teoría del caos, con matices. El resultado de las elecciones catalanas estaba previsto en las encuestas, incluida la abstención de la mitad del censo, lo imprevisible eran los matices. Empecemos por lo previsible: la hegemonía electoral del independentismo y el subidón de peesecé por el efecto Illa, que ha funcionado aunque no sea el bálsamo de Fierabrás. Y ahora lo imprevisto, al menos en los términos en que se ha producido: el desguace de la derecha dizque constitucionalista a favor del populismo de extrema derecha, como llamamos finamente a vox, que nos ha recordado que desde Lerroux hay en Cataluña una robusta cepa de españolismo bronco al que no se puede ignorar.

¿Buenas noticias para don Sánchez? Pues depende. Veamos tres dificultades con las que habrá de lidiar de inmediato. Una, el desmoronamiento del contrafuerte de la oposición de derechas; el pepé ha quedado como pollo sin cabeza (si es que aún la tenía en su sitio, lo que no es seguro) y los ciudadanos naranjos han dejado de servir como socio de remplazo en caso de ruptura con unidaspodemos. Dos, relacionada con la anterior, los resultados electorales significan un escoramiento a babor del conjunto del sistema y dan la razón a la estrategia mantenida por don Iglesias de cuidar a la mayoría parlamentaria que hizo posible la moción de censura y la aprobación de los presupuestos; una estrategia, hay que recordarlo, que ha ocasionado notables tensiones en el seno del gobierno central durante las últimas semanas y que, por lo demás, no ha proporcionado mayores réditos electorales a la candidatura de su promotor.

Y tres, por último, qué hacer en el muy probable caso de formación de un guvern de independentistas. Está la famosa y sin embargo nonata mesa del diálogo y don Sánchez tiene un par de comodines que han perdido buena parte de su virtualidad como arma negociadora: el indulto a los presos y el reparto de los fondos europeos. Simplemente, el presidente del gobierno  no podrá utilizarlos con racanería si no quiere que don Illa  pierda la respetabilidad que le han otorgado las urnas y vuelva reduplicado el malestar a Cataluña y al resto de España.

¿Y qué pasa en el interior de la nave? Pues más matices. El pretendiente de Waterloo ha perdido la primogenitura al trono de la presidencia de la república y su lugar lo ocupa ahora el partido de la menestralía, una formación en perpetua adolescencia que no cesa de preguntarse qué quiere ser de mayor; pues bien, ya tiene la mayoría de edad. Si opta por un gobierno con su hasta hoy gran hermano tiene aseguradas las tensiones y, si no afina mucho la estrategia compartida, también está asegurado el sindiós que ha sido Cataluña en la última década.  Pero si opta por un acuerdo transversal de izquierda con socialistas y comunes, como predica en el desierto doña Jéssica Albiach, habrá abandonado la casa del padre para lo que sin duda no está lo bastante maduro. En resumen, las elecciones han sido una vuelta a la casilla de salida de este interminable juego de la oca, en el que solo cabe esperar que los jugadores hayan aprendido a tirar mejor los dados.