El discurso de Casado,  el gol de Iniesta, los raquetazos de Rafa Nadal en Roland Garros… De estos hitos de la épica nacional, el primero es el más inesperado. En esta bitácora se ha calificado de botarate al líder de pepé, que ha hecho méritos  para merecerlo, pero hoy tenemos un Casado renacido, que se ha caído del caballo o de la higuera de camino a la sede del parlamento y cuando se ha puesto en pie era otro. Un zarandeado meritorio de la política convertido en superhéroe. La moción de censura voxiana estaba dirigida contra él, contra su liderazgo y, por último, contra su partido. Las formaciones emergentes, los partidos de la nueva política –podemitas, naranjitos y voxianos– han nacido con la vocación de matar al padre freudiano y, en algún momento, durante un brevísimo instante de exaltación, han creído que podrían conseguirlo, rebasarlo en votos y ocupar su espacio. Todos han fracasado en el empeño. Don Abascal creyó que ese momento auroral era para él la moción de censura y ha recibido tal paliza dialéctica que le ha dejado, literalmente, sin habla, noqueado, perplejo, como confesaba desde la misma tribuna en el turno de réplica.

El discurso de Casado ha sido excepcionalmente brillante, en una asamblea que no destaca por la calidad de sus oradores, y muy probablemente va a cambiar el tono de la legislatura. La propia bancada del orador asistía a los primeros compases del discurso con curiosidad y reticencia para terminar aplaudiéndole en pie y con un frenesí insólito en la casa, como si las palmas fueran el rotor de una nave espacial que elevaba al jefe a los cielos. Casado se ha reinventado a sí mismo, ahora tiene que reinventar el partido y su estrategia, librándola de las adherencias voxianas en las que él mismo se ha visto contaminado en numerosas ocasiones. Si lo conseguirá o no es por ahora un misterio. Para empezar, tendrá que desactivar a doña Ayuso y su force de frappe madrileña.

Entre las innumerables provocaciones voxianas que ayer se oyeron en el parlamento, es fácil pensar que la que saturó la paciencia de don Casado fue el manifiesto eurófobo de don Abascal siendo Bruselas el  único campo de juego en que don Casado ha obtenido una victoria con el asunto de la renovación del poder judicial. Don Sánchez entendió el mensaje de inmediato y anunció la retirada de su proyecto de elección del gobierno de los jueces para pactarla con el pepé. Desde hace cuarenta años, el futuro de España se juega en Europa y depende de Europa, así que pocas bromas con el retorno a la autarquía propuesto por los voxianos. Esta noche, la derecha y buena parte de la izquierda van a dormir más tranquilos.

No solo el sistema electoral propende al bipartidismo sino que la sociedad española tiende naturalmente a reproducirlo, hechas las salvedades que correspondan en los subsistemas vasco y catalán. El guirigay multipartidista que trajo la crisis económica va a ser liquidado por la crisis sanitaria, que ha puesto en evidencia la necesidad de un poder centralizado fuerte y de una política de acuerdo y cooperación entre adversarios en situaciones límite. Los partidos emergentes, que ya no son nuevos, cada uno con su manual operativo y sus recetas improvisadas en el bolsillo, no van a desaparecer, al menos en un plazo previsible, pero van a tener que trabajárselo mucho para ganar peso e influencia en la cancha. La segunda transición se va a parecer bastante a la primera.