El pequeño gran hombre don Aznar ha sido el primer y único líder mundial que ha defendido la libertad para conducir borracho por la autopista: ¿quién te ha dicho a ti las copas que yo tengo o no tengo que beber? Déjame que me las beba tranquilo, predicó a sus  seguidores en un tono entre achispado y socrático, que acompañó con la característica risita cavernosa de cuando finge estar de buen humor. El foro elegido para la proclama libertaria fue un encuentro de bodegueros y viticultores, lo que ilustra a la perfección el principio neoliberal por el que la ley, si es necesaria, debe ser dictada por aquellos a los que beneficia su promulgación. Don Rodríguez (Mar para los amigos), su segundo de abordo en los primeros años de gobierno aznárida, llevó a la práctica la proclama de su jefe y fue detenido borracho al volante después de despachar con su vehículo algunos topetazos a otros coches aparcados.

Ahora, don Mar, del que no sabemos si se le ha pasado la trompa, está al frente del gabinete de doña Ayuso en la presidencia de Madrid, lo que le convierte en su gurú de cabecera si es que la presidenta madrileña necesita asesores que impulsen sus chifladuras. Doña Ayuso se crió en el corral de doña Aguirre y trae de fábrica los euforizantes en la sangre. En aquella academia aprendió que cada pifia y cada corruptela pueden hurtarse a la atención de la opinión pública mediante algún aspaviento u ocurrencia lo suficientemente disparatado, sin medida para el tamaño del disparate. Es este un país de precursores no reconocidos en el ámbito de los descubrimientos que han hecho avanzar a la humanidad y puede decirse que doña Aguirre fue la precursora del método de comunicación que ha universalizado Trump, en el que la verdad no es más que un factor del mensaje y no necesariamente el más importante ni respetable.

Las bases electorales de la derecha han terminado por hacer suyo este argumentario estridente y disparatado y unas decenas de vecinos del barrio más elitista del país, derecha de pura cepa, se vienen manifestando por la libertad de conducir borrachos: ¿quién te ha dicho a ti la distancia que tengo o no que mantener  con los otros cuando estoy en mi calle?, tú déjame que haga lo me dé la gana con el coronavirus. Lo más cómico de esta situación, ya de por sí grotesca, es que los comentaristas y tertulianos que glosan la noticia se sienten obligados recordar que estos gamberros que aporrean señales de tráfico urbano con su bastón  de golf, el atributo del poder de su clase, tienen derecho a la libertad de expresión y manifestación. Es como decir que  el derecho a la libre circulación incluye la libertad para conducir borracho. Doña Ayuso ha detectado inmediatamente la sintonía con los levantiscos y le ha faltado tiempo para amenazarnos a todos con la revolución que traen consigo. La libertad guiando al pueblo. Pero no demos ideas porque al menor descuido veremos a doña Ayuso en la portada de abc o de el mundo a la guisa de la modelo de Delacroix.