En algún momento entre, digamos, los siglos XVI y XVIII desapareció de la escena histórica la clase de los hidalgos. En otros países, la baja nobleza fue el soporte de la identidad nacional en el tiempo en que se formaban los estados modernos pero entre nosotros solo produjo un personaje entre cómico y patético que ha quedado como símbolo universal del ideal derrotado. Los derivados del nombre de este personaje –quijotesco, quijotada– han quedado para denotar actos fracasados y empeños fallidos, negocios de ilusos y perdedores. Desde entonces, en el área lingüística del castellano, hijo de algo es siempre un calificativo denigratorio: hijo de satanás, hijo de puta o hijo tonto. El líder inmarcesible de nuestra derecha  ha añadido una nueva acepción a este repertorio infamante, hijo de Chávez para designar a los que critican la acción de su correligionaria doña Ayuso al frente de la lucha contra la peste en la comunidad de Madrid de la que es presidenta.

Don Aznar ha introducido el neologismo en el diccionario con un trémolo martirial pues le ha confesado a la presidenta cuánto le envidia que los hijos de Hugo Chávez le insulten a ella y no a él. Es decir, lamenta no estar en el candelero en lugar de la presidenta para responder adecuadamente a los hijos de Chávez. Es posible que doña Ayuso se haya tomado el mensaje como un halago pero es una amenaza: chica, lo estás haciendo de pena, no la gestión sanitaria, que eso no le interesa a nadie, sino la cruzada contra los chavistas. Ah, si yo estuviera en tu lugar, se iban a enterar… Este podría ser el subtexto de las cariñosas palabras del pequeño gran hombre, que oye crujir las cuadernas de su proyecto político.

Días atrás, acusó la afrenta de la desafección de los ciudadanos naranjos, cuya líder apoyó al gobierno social-comunista en la prolongación del estado de alarma. Entonces, faes, el artefacto de producción ideológica de don Aznar, emitió una nota crítica redactada con ingenio tabernario, que decía así: cuando la recomendación esencial para no contagiarse es mantener las distancias, deciden arrimarse. No sé si pillan el chiste: Arrimadas, arrimarse, je, je. Por las mismas fechas se ha sabido que el tinglado de formación ideológica de don Aznar, llamado con absoluta modestia instituto atlántico de gobierno está en pérdidas. Podemos imaginar que los potenciales alumnos habrán sospechado de su solvencia teórica a la vista de las manifestaciones de su inspirador y de las notas de prensa de la fundación que le da soporte. En cuanto a la utilidad práctica de los títulos que expide debe ser escasa, toda vez que, al no estar en el poder, no sirven para obtener una mamandurria como antaño los másteres de la universidad reyjuancarlos.

No sabemos si entre las señales del declive aznárida hay que citar que doña Cayetana no representará a su grupo parlamentario en la llamada comisión de reconstrucción, que todo indica que va a ser el próximo frente de batalla contra el gobierno y sus apoyos. La preterición de doña Cayetana es muy llamativa porque esta diputada es el único clon químicamente puro de don Aznar en el partido. Todos los demás –el atribulado don Casado, la alocada doña Ayuso- son aún bocetos en busca de su personaje. Si la suerte les concede tiempo y oportunidad de madurar, quizá terminen encontrándolo. Por ahora, lo único seguro es que les conviene alejarse lo más que puedan de sus ancestros.