Es una historieta muy conocida. El guerrero samurái taja con la espada el cuello del adversario y la cabeza de este permanece sobre los hombros hasta que hace un movimiento para seguir en la lucha y el sistema nervioso le advierte de que está muerto, se desploma y la cabeza rueda libre y yerta por el tatami. El artículo 155 de la constitución es la katana del estado. Durante décadas permaneció  entre el mobiliario ornamental de la casa, envuelta por un aura de extrañeza y exotismo, como la que percibimos en las katanas de acero, de las que podemos sospechar su peligrosidad pero no imaginamos sus efectos, ni cómo ha de usarse, hasta que la tuvo en sus manos don Rajoy, cuya parsimonia y concentración parece inspirada en el zen, y la aplicó a una Cataluña absorta en sus propios aspavientos.

El golpe no derramó ni una gota de sangre ni alteró las rutinas del público que asistía al duelo, solo algunos contendientes abandonaron el campo de batalla para descansar en el extranjero mientras otros eran requeridos por los jueces por malas prácticas en la liza. De inmediato, se convocaron elecciones, que ganaron los mismos de antes, y el duelo parecía que fuera a empezar de nuevo. Don Torra se creyó a sí mismo un samurái pero es la cabeza inerte del aventurero que le precedió, que rueda por el escenario alfombrado de la batalla entre los restos de la vajilla rota y a la que se puede dar una patada o poner en su lugar otra cabeza.

La derecha española, siempre tan pragmática, quedó fascinada por el filo del 155 y ha propuesto en repetidas ocasiones aplicarlo de nuevo a Cataluña. Una katana es un refuerzo estupendo en época de auge del matonismo político. Pero un 155 de verdad, como si el anterior hubiera sido de mentirijillas, que deje a Cataluña, no ya descabezado sino a los pies del vencedor, y es que la lucha japonesa, tan refinada, ceremonial y rigorista, sabe a poco en un país en el que el adversario termina arrastrado por una reata de mulas a través del albero después de haber sido molido a lanzazos y puñaladas que dejan atrás un reguero de sangre.

Én medio de este carajal, el parlament ha puesto en marcha una comisión de investigación sobre el 155, quizá para averiguar cómo funciona la katana pero más probablemente para que los que han perdido la cabeza tengan la oportunidad de lamerse las heridas en público. En todo caso, nada de parlamentar ¿no han visto ustedes Kill Bill? El parlamento, otra antigualla destrozada a golpes de katana.