En el jardín de las delicias que es la política española hemos visto hoy en la tele a un gordito, ya de edad madura, brincando como un chaval por los pasillos del poder y abrazándose a sus correligionarias como si le hubiera tocado la primitiva. El gordito es portavoz del partido de don Puigdemont  y celebraba la sentencia del tribunal europeo que ha dictaminado la inmunidad del convicto don Junqueras. La sentencia era previsible porque el aludido se presentó a las elecciones europeas en plena posesión de sus derechos políticos y fue elegido eurodiputado con todas las de ley y sin que nadie lo recurriera. La sentencia condenatoria vino después. Si algo hay en la política y en la alta administración española son abogados, juristas y catedráticos del ramo, así que cuesta creer que nadie se hubiera coscado que el tribunal europeo iba a pronunciarse como se ha pronunciado, tanto más si se tiene en cuenta que fue el propio presidente del supremo el que formuló la cuestión prejudicial al tribunal europeo. Bien, algunas consecuencias de la sentencia europea ya están sobre la mesa. La más obvia es que se prolonga el suspense de la formación del llamado gobierno de progreso. Ayer, numerosos comentaristas apuntaban a que era cosa hecha; hoy es cosa deshecha. Hubo un tiempo en que Europa era un faro de claridad y esperanza y ahora se ha convertido en un término añadido de discordia, como si hubiera pocos.

Todo este embrollo trae causa en una mezcla de oportunismo y abdicación de funciones de la clase política al completo. La idea de remitir el conflicto catalán a los tribunales fue propia de alguien que, como don Rajoy, hizo de la pachorra y la inoperancia un estilo de gobierno. Solo un tipo perteneciente a la alta administración como él puede tener tal confianza en el procedimiento judicial -que, como ha dicho hoy también un juez, se sabe dónde empieza pero no dónde termina- como para asignarle la resolución del problema político más grave del país en cuarenta años de democracia. Y en esas estamos, estudiando la carrera de derecho por internet.

El gordito saltaba como si hubiera aprobado los cinco cursos de la carrera de golpe pero nada se ha resuelto políticamente para los indepes ni para los demás. La sentencia del tribunal europeo afecta a don Junqueras, y quizá por analogía a dos o tres capitostes más, don Puigdemont entre ellos, pero no anula la sentencia por la que ha sido condenado el primero ni libra de responsabilidad a los otros. Las interpretaciones de la sentencia del tribunal europeo que se han oído hoy van desde la fiscalía española, que asegura que aquí no ha pasado nada, hasta los desahogos independentistas que exigen que el estado se arrodille y pida perdón a los catalanes por las ofensas inferidas. En el pleito nacionalista  que se traen Cataluña y España, los primeros deberían renunciar a su sentimentalismo narcisista y los segundos, al engaño de creer que el pleito se puede resolver a mazazos del código penal. Pero qué vas a contarme.