La lectura de los comentarios de prensa en este cuadragésimo primer aniversario de la constitución (los ordinales, que ya nadie utiliza, confieren nobleza al número) han traído a mientes a un vecino de esta remota ciudad subpirenaica que ha ido por la vida con una tarjeta de visita en la que podía leerse: Pedro Tal, diputado constituyente. Confío en que goce de salud, pues hace ya tiempo que no me he cruzado con él por la calle. En efecto, este hombre fue elegido diputado al congreso en las elecciones del 77, que habrían de alumbrar la constitución. Lo fue en la lista de ucedé, entonces el partido del nuevo régimen, que dirigía don Adolfo Suárez, el moisés de la democracia española, que nunca pudo pisar la tierra prometida pues, apenas alcanzada esta, fue objeto de un asedio combinado de fuerzas internas y externas, golpe de estado militar incluido, que acabaron con su carrera política. El apacible y devastador alzheimer vino después y hoy Adolfo Suárez es el nombre de un aeropuerto.

El hundimiento de la ucedé expulsó de la tribuna pública a la mayor parte de aquella primera clase política de la democracia, formada por gente que había medrado en el tardofranquismo y  advirtió antes que nadie la necesidad de un cambio a la muerte del dictador. A la defunción del partido, casi todos volvieron a sus acomodados despachos y negocios pues el tipo de político indigente todavía no era frecuente en aquella época. Pedro Tal quizá era una excepción en aquella generación de oro, así que guardó en la cartera la tarjeta que acreditaba su lugar en la historia, como un superviviente del Titanic podría conservar el billete del viaje, y en los treinta y pico años siguientes peleó duramente por seguir en la cancha, siquiera en la liga regional. En la provincia, la derecha había erigido un robusto partido y nadie quiso hacerle un hueco en él hasta muchos años más tarde, cuando los enconos habían amainado y su infatigable tenacidad le llevó a conseguir alguna mamandurria en la administración provincial. Fue un tipo animoso al que la necesidad de verse en el machito le llevó a presentar su candidatura a la presidencia del equipo local de la primera división de fútbol, que no obtuvo porque le ganó en las elecciones un hostelero. Todo eran dificultades y desdén para el diputado constituyente al que la historia no había roído ni un fleco de su autoestima. No sé qué despierta ternura en este tipo, que no ha hecho nada por merecerla; quizá el simple hecho de que es nuestro contemporáneo.