El cineasta greco-francés Costa Gavras ha llevado al cine el libro de memorias políticas de Yanis Varoufakis, que fuera ministro de economía del primer gobierno de Alexis Tsipras cuando su partido, Syriza, fue elegido por los griegos para que les sacara de la espiral de deuda, recortes sociales y falsos rescates en la que estaban inmersos, al borde ya de una crisis humanitaria.  El libro de Varoufakis es un relato vibrante y apasionado y lo que se cuenta en él y en la película es la fracasada negociación llevada a cabo por Varoufakis con las autoridades de la unioneuropea y singularmente le temida troika, que dirigió la política de austeridad de los países deudores del sur de Europa, entre los que se encontraba España, jovialmente conocidos por sus socios del norte como pigs (cerdos). Cuando se inician las negociaciones, la alternativa de los poderes europeos para Grecia era la aceptación de un llamado memorando de entendimiento que significaba otra vuelta a la tuerca -más recortes de gasto público, despidos, rebaja de salarios y pensiones y venta masiva de patrimonio nacional con créditos bancarios que el propio gobierno griego debía avalar a favor de los compradores- o la expulsión del euro.

El nuevo gobierno izquierdista griego se enfrentaba a un ultimátum en el que las dos salidas eran catastróficas. Tras este memorando anidaba la intención apenas oculta de infligir un castigo ejemplar al más débil de los socios de la unioneuropea, sepultado bajo una deuda monumental promovida por los países acreedores para impulsar sus negocios de exportación a sabiendas de que la devolución de la deuda era imposble. Varoufakis intentó negociar una alternativa consistente en una quita y la acomodación de las devoluciones de deuda viva al aumento del producto y las rentas nacionales griegas, machacados por años de austeridad impuesta. El relato da noticia de que la democracia es solo un componente, y no el más importante, en la estructura de la unioneuropea. Las elecciones, los cambios de gobierno y los referendos son el telón de fondo de un escenario inamovible dominado por un contrato leonino entre acreedores y deudores, que ninguna voluntad nacional expresada en las urnas puede alterar. La democracia es populista; los contratos, constitucionales.

En este contexto, Varoufakis, un tipo alto, apuesto y arrogante como una estatua de Fidias se presenta a sí mismo como un héroe frente a una legión de funcionarios y delegados paniaguados que le rodean hasta abatirlo, dirigidos por un genio maléfico sentado en una silla de ruedas: el ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble. La puesta en escena de la película refuerza el carácter teatral de la historia y termina cuando la historia continúa ya despojada de épica. El primer ministro Tsipras aparta a Varoufakis de la negociación y del gobierno  y convoca un referéndum para que pueblo griego se manifieste sobre el  lesivo memorando. El resultado del plebiscito es el rechazo inequívoco a la propuesta de la troika; con esta negativa popular bajo el brazo vuelve Tsipras a Bruselas y acepta el memorando que el pueblo ha rechazado. Varoufakis desaparece del primer plano de la política y Tsipras seguirá al frente del gobierno hasta la pasada primavera en que fue arrollado en las elecciones por el mismo partido de derecha que gobernaba cuando se desató la crisis.

Es imposible para un espectador español de estos días ver la película de Costa Gavras sin establecer mentalmente analogías, siquiera formales, con el conflicto catalán. Aquí también hay un trasfondo económico; un malestar popular canalizado en una cierta dirección; unas expectativas de imposible cumplimiento; algunos personajes sobresalientes en el papel de héroes; fuerzas con intereses divergentes que no paran de conspirar en diversos sentidos, y una estructura (el estado, en este caso) imbatible para la fuerza de los rebeldes. Aquí también, como en Grecia, habrá más elecciones, que no cambian la estructura dominante pero sirven para acomodar los intereses de unos y el malestar de otros. La peli termina; la vida sigue.