En tiempos de tribulación puede ocurrir cualquier cosa. Por ejemplo, que nos secuestre una nave alienígena y desembarquemos en la edad media. Hay signos de que algo así ya está ocurriendo. Los Franco se aferran a los hábitos de los benedictinos custodios del mausoleo de Cuelgamuros como última barrera para impedir la exhumación de la momia del abuelo. A su turno, don Torra, don Pujol, doña Ferrusola y otros connotados miembros de la elite independentista celebran en el monasterio benedictino de Montserrat una jornada de oración por el destino de los políticos presos/presos políticos. Los Franco claman que la entrada de la autoridad civil en la basílica vulnerará la inviolabilidad de los lugares de culto. En sus preces, don Torra ha repetido la oración de un pastor protestante ejecutado por Hitler: Señor, yo escucho tu llamada y la sigo. Dame la esperanza que me libere del miedo, ha recitado el molt honorable president de la Generalitat como si fuera un judío del gueto de Cracovia. Por si no hubiera bastantes quebraderos de cabeza, resulta que tenemos a ciudadanos acogidos a sagrado para escapar de la tiranía. Y además, don Sánchez va a pegar fuego a las iglesias en cuanto gane las elecciones, como nos advirtió la perspicaz doña Ayuso en sede parlamentaria. Sobre todo, que no decaiga la fiesta.

La imagen del clérigo plantado en el pórtico del templo, empuñando el báculo o el crucifijo y  enfrentándose a gente armada para defender a los feligreses que se han refugiado en la casa de dios es un tópico de la cultura popular, mil veces estampado en breviarios piadosos, en el cine y en tebeos. Los perseguidos siempre son los nuestros; los perseguidores, bien una horda de vikingos o una patrulla de las ss hitlerianas, o el gobierno de Madrid, según cuadre a la época y a la imaginación del autor de la fábula. Que los frailes invocados sean siempre benedictinos no es casualidad. Es la orden monástica más antigua de Europa y lo que ocurre bajo la sombra de su campanario parece envuelto en un aura de eternidad, así que los que rechazan la ley civil que impera en el mundo, siempre transitoria e injusta, buscan cobijo y consuelo tras sus muros. Los osarios del monasterio guardan lo que queda de las disputas nacionales para reverdecerlas al gusto en cada ocasión. Es sabido que en Cuelgamuros hay enterrados (a la fuerza) republicanos españoles junto a otros caídos del bando franquista que el dictador quiso que le dieran escolta en la eternidad. Pero también en Montserrat se conservan los restos de trescientos requetés, algunos quizá ancestros de don Torra y sus amigos, que ayudaron a levantar el estado opresivo bajo cuya bota gime ahora el president. En España, cada región tiene su monasterio benedictino de referencia; téngalo usted en cuenta por si alguna vez lo necesita para una urgencia. Quién sabe, para preparar oposiciones a notarías o urdir la enésima guerra carlista.