Un lector de las ocurrencias de este rincón pide que me moje en discernir qué partido político ha tenido más culpa en el fracaso de la formación de gobierno y en la consecuente repetición de las elecciones. La culpa es una noción moral que no opera en política; y la responsabilidad, tampoco. En último extremo, la culpa es de la ciudadanía que ha elegido a estos personajes sobre los que no tiene ningún control posterior más que reelegirlos o no de nuevo en unos comicios que la ciudadanía no convoca. La única moral política es la fuerza, a la que han de someterse quienes no la tienen. Dicho esto como cuestión previa, la responsabilidad formal y constitucional es de don Sánchez, presidente del gobierno en funciones y líder de la fuerza mayoritaria, que ha maniobrado todo lo que ha podido, y ha sido mucho, para que llegáramos a este punto en la esperanza, seguramente fundada, que el electorado se lo premiará en las urnas. En abril se votó estabilidad ligeramente escorada a la izquierda (la irrupción de los voxianos ayudó a la percepción de incertidumbre y riesgo que determinó los resultados); en noviembre, el electorado votará estabilidad a secas, lo quiere decir, adiós a los experimentos y retorno al pasado. Malos tiempos para los partidos emergentes.

El pesoe es un partido de poder; su electorado es de centro-izquierda y tibiamente reformista pero su política económica, que es lo que cuenta, es ortodoxa, por lo que no asusta al dinero, como puede verse en la rapidez con que la patronal ha aplaudido la repetición de elecciones. Esta repetición estaba presente en la agenda socialista desde el momento mismo en que se abrieron las urnas de las elecciones locales y autonómicas en el mes de mayo, y si de don Sánchez hubiera dependido, sin los plazos y demás pejigueras que exige la constitución, las hubiera convocado al día siguiente.

En este interminable verano de fingimientos, la estrategia del pesoe se ha dirigido a debilitar sus flancos, por la izquierda y por la derecha. Respecto a unidaspodemos, el objetivo del pesoe es reducirlo a una referencia para nostálgicos políticamente inoperante y en último extremo dócil, como es ahora mismo izquierdaunida, para lo que ha decidido que tiene que decapitar a la formación morada, como ya lo intentó dejando fuera del nonato (y falso) acuerdo de gobierno de coalición a don Iglesias. Con suerte, don Errejón le echará una mano en este menester. El líder podemita es el único que consigue que le tiemblen las piernas a don Sánchez y, a pesar de sus innumerables errores, es también el único activo de su muy confederal partido.

A la derecha del pesoe, la tarea ha sido más sencilla porque la labor de desgaste de los ciudadanos naranjos ha venido de sus propias filas y de sus patrocinadores económicos, y al final ha tenido éxito. El saltimbanqui don Rivera ha anunciado en el último minuto que pactará con el pesoe después de las elecciones que vienen, también podría hacerlo con el pepé, si los votantes no le han convertido para entonces en una minoría irrelevante. El interminable e irritante verano ha demostrado que ni la letra de la constitución ni la cultura de los partidos permiten gestionar el pluripartidismo, así que el resultado final, con el que nos dirigimos otra vez a las urnas, es un retorno del bipartidismo. Don Casado lo ha entendido así y todo su esfuerzo se ha concentrado en recuperar masa muscular y devolver al redil del pepé a voxianos y otros desafectos; otras cosa es que lo consiga, entre el borbor inagotable de la corrupción y las ocurrencias de las cayetanas con las que pretende recoser el partido, por ahora sin éxito.

A su turno, los dos partidos emergentes están al límite de sus fuerzas y el futuro previsible los convierte en meros auxiliares de los dos grandes. El principal problema de ambos es la escasa implantación territorial debido al hecho de que los dos transitan por sendas muy angostas, cuando no ocluidas, de la historia española. El liberalismo del que ha querido apropiarse don Rivera y la izquierda comunista que nutre a don Iglesias no han tenido nunca peso político en condiciones de normalidad histórica. Los liberales han sido absorbidos siempre por la derecha conservadora y la tradición comunista, encapsulada por el hermano mayor de la izquierda. Embutir en estas dos fórmulas a los descontentos de derecha e izquierda en tiempos de confusión y cambio, como parecían ser los momentos álgidos de la crisis económica, parece una buena idea, pero, apenas se reequilibra el sistema, pierden recorrido, que es en lo que estamos. Ciudadanos se pobló de un montón de oportunistas de clase media desideologizados y podemos, de una legión de jóvenes híper ideologizados que lleva cada uno su propia versión de la revolución en la cabeza. Pan comido para pepé y pesoe apenas consigan reparar del todo las averías internas y recuperen la velocidad de crucero.