En el evidente desgaste de materiales de nuestra trajinada democracia, no es menor el que afecta a los partidos y a quienes militan en sus filas, que a la postre son nuestros representantes en las instituciones. Hay razones para este empobrecimiento funcional de la clase política. La economía, es decir, lo que determina las condiciones reales de vida de la población,  se ha globalizado y emancipado de la acción democrática y, como consecuencia, los gobiernos se han vuelto ociosos e impotentes y los partidos que los nutren han quedado como verso libre del sistema, liberados de la órbita ideológica y sociológica a la que estaban sujetos. Esto explica la trepidación de elecciones y de sondeos que constituyen el clima político de ahora mismo. A más elecciones y referendos, ya sean intrapartidarios o generales, más confusión; a más sondeos demoscópicos, más indecisos y más refractarios entre los que han de sancionar con su voto en potaje resultante. Decenas de miles de hombres y mujeres se juegan el ganapán en este guirigay que nos abruma.

Los prebostes supremos sienten el temblor de las estructuras sobre las que asientan las posaderas y llevan a cabo una actividad frenética para recomponer el mecano. Las piezas de recambio se encuentran en otros partidos, a los que el buscador de oportunidades querría ver desguazados, y en ese gigantesco almacén de quincalla al que pudorosamente llamamos la sociedad civil, y del que eventualmente se puede extraer algún cacharro de utilidad. Lo que encuentran los cazatalentos en la sociedad civil suelen ser materiales generalmente vistosos y acreditados en otras funciones, pero no necesariamente acoplables al viejo motor, de tal modo que hay altas probabilidades de que este estalle una vez puesto en marcha. Que se lo pregunten a los podemitas y su experiencia madrileña con doña Carmena, que, entre otras virtudes de gobierno, ha conseguido que la izquierda que la sostiene haya entrado en una fase de reproducción por mitosis, la que practican las amebas, y que consiste en repartir en dos microorganismos de nueva creación el material genético que estaba alojado en uno, y repetir la operación en cada uno de los dos nuevos organismos creados y así hasta que dé el carrete.

Y mientras la izquierda practica una suerte de fragmentación microcelular dentro de su ecosistema, la derecha ensaya la compactación en el suyo: un solo mensaje, tres brazos, como las flechas y el yugo, para que se nos entienda. En esta carrera, están llegando a cotas de virtuosismo en la síntesis de sus programas. Si ciudadanos postula los vientres de alquiler y los voxianos, la expulsión de los inmigrantes, don Casado, que aspira a dirigir el cotarro reaccionario, proclama una sinergia insuperable: que las inmigrantes preñadas den a sus hijos en adopción a cambio de prolongar una temporada su estancia antes de ser expulsadas de este paraíso al que han llegado de malas maneras. Para qué ir a Ucrania en busca de madres de alquiler si las podemos encontrar en las playas de Almería, gratis, muertas de miedo y el bebé ya horneado. No me digan que no es imaginativo don Casado y que no merece presidir este país al borde de la locura. Y no se cansen en llamarle racista, fascista y demás porque estos epítetos antaño derogatorios también están desgastados por el uso y ya no ofenden a nadie. Hasta el presidente del parlamento europeo, en onda con lo que se nos viene encima, ha recordado que Mussolini hizo cosas positivas, y si el duce hizo cosas buenas, ¿qué no harán don Casado y los suyos con la colaboración involuntaria de la izquierda amébica?