El hecho de que un juez haya decidido incautarse de los dispositivos de memoria de unos periodistas para descubrir sus fuentes revela hasta qué punto está desgarrado el tejido de las convenciones de eso que hemos venido llamando estado de derecho, una fortaleza precaria que ha sido objeto de sucesivos asaltos desde hace más de veinte años. Primero fueron los mercados, los grandes consorcios beneficiarios de la globalización que consiguieron incluso reformar la constitución para ahormarla a sus intereses; a su rebufo, las élites saquearon la hacienda para llevarse el botín a paraísos fiscales y los políticos urdieron tupidas redes de corrupción para sí mismos y sus pandillas y tras ellos llegaron los funcionarios villarejos y por último los jueces. El último mensaje es: cierren la puerta, no vaya a ser que los inmigrantes quieran entrar en el negocio. Y ahora ¿qué? El patio de monipodio necesita alguna apariencia de respetabilidad para seguir funcionado, así que, para restaurar la decencia perdida, hemos entrado en una fase gesticulante.

Estamos en el escenario de un teatrillo devastado en el que un acto en sí mismo sin trascendencia alguna está siendo abordado como el desembarco de Normandía. Unos deben decidir el lugar más apropiado para la cabeza de playa, asegurar el perímetro, garantizar la seguridad de los desembarcados y su ulterior regreso a casa, y la logística del transporte y despliegue de la fuerza necesaria sobre el terreno para garantizar el éxito de la operación. Los otros planean el bloqueo de las redes de comunicación y nódulos de transporte, la paralizaciónde la zona y el asedio de los desembarcados. La Llotja de Mar se va convertir de aquí en ocho días en la playa Omaha. Los dos bandos están formados por sendos conglomerados de fuerzas heterogéneas entre las que no hay un criterio compartido sobre el sentido que tenga esta sobreactuada batalla de moros y cristianos, o golpistas y constitucionalistas, como los llaman ahora. Vivimos un tiempo de fracturas y una de ellas se encuentra entre los medios y los fines. De momento estamos concentrados en los medios, luego ya veremos. A la postre, la guerra es un lenguaje autónomo y totalizador, que oblitera todos los demás y es capaz de mantener absortos y ocupados a públicos muy numerosos. Si el espectáculo no produce ningún efecto apreciable se montará otro, así hasta que pase algo. ¿Qué?, ¿quién sabe?