Quizá habría de preguntarse, quien corresponda, si es más urgente o prioritario presentar una querella contra el rey emérito por constitución de grupo criminal que averiguar dónde y por qué la formación promotora de la denuncia ha perdido trescientos mil votos en las elecciones andaluzas. En la coalición unidos(no)podemos se ha convertido en rutina la hemorragia de voto en los momentos decisivos, como en esos individuos hipertensos que sangran por la nariz cuando han de enfrentar alguna situación muy emotiva. Ya ocurrió en las elecciones generales de hace dos años, las del nonato sorpasso; entonces la pérdida se estimó en un millón de votos de cuyo paradero todavía nadie ha dado noticia. Ahora, ni siquiera han recogido a los desertores de doña Susana. Es evidente que los morados tienen un montón de voto oculto, tanto que no aparece nunca. La eclosión voxiana ha dado lugar a la enésima gesticulación para ocultar los propios déficits: un frente antifascista y la batucada republicana. Un juego en el que, cada vez que se finge una ofensiva, se está cediendo terreno al adversario.

Alrededor de la apolillada celebración constitucional, los márgenes se han agitado en demanda de la república, que, de acuerdo con este año de gracia,  ha de tener un sesgo feminista. Don Sánchez ha tomado nota del runrún y ha espolvoreado un par de propuestas: reformar la constitución para eliminar la inviolabilidad del rey y de nuevo reformar la constitución para incluir la igualdad entre hombres y mujeres. Don Sánchez hace propuestas de reforma constitucional como quien echa alpiste a las palomas en el parque con la única intención de que no le arrebaten el banco donde está sentado y donde da un solecito otoñal muy reconfortante. Antes, ya había propuesto otra reforma constitucional para acabar con los aforamientos, y las palomas encantadas, picoteando aquí y allá y votando al otro. Lo único sustantivo del discurso de doña Pastor, ayer, fue el mensaje de que para cualquier reforma constitucional se requiere un consenso de las fuerzas políticas y, por ahora, las derechas suman mayoría y tienen su propia agenda para el caso de que haya que tocar la carta magna.

Eso sin contar, porque nadie lo cuenta, que la constitución del setenta y ocho es irreformable en lo sustancial porque los arquitectos acordaron construir un búnker en el núcleo del edificio, y a eso hemos de atenernos todos porque a todos concierne, incluida, por ejemplo, la salud sexual y reproductiva de la familia real. Es previsible que doña Letizia esté sometida a un tratamiento anticonceptivo para evitar que un calentón borbónico la deje preñada de un varoncito que frustre las expectativas, feministas, de la adorable doña Leonor. Ya ven que no solo los republicanos nos sacrificamos por la patria.