El inolvidable don Rajoy hablaba en galimatías y jeroglíficos. El lenguaje hermético es un privilegio de la casta dominante y don Rajoy tenía en alta estima su pertenencia a ella. Los galimatías eran un manantial de inspiración para los humoristas pero los jeroglíficos quedaban indescifrados, como fragmentos de lengua muerta, por falta de una clave de desencriptación. Pero ya hemos encontrado la piedra rosseta, que tiene la forma de un tipo en la penumbra, con gorrilla, enmascarado tras una carpeta y que, según cuentan, responde al nombre de comisario Villarejo. Responde bajo ciertas circunstancias, si le llaman para algún negocio del que pueda sacar tajada. Sea como fuere, merced a este personaje y a su incontinente exudación de audios sabemos lo que quiso decir don Rajoy cuando se dirigió a su atribulado tesorero don Bárcenas, empapelado por diversos delitos relacionados con la corrupción del partido: Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. En sí mismo, el mensaje parece la desengañada oración que se dirige a un moribundo, pero era cierto que estaban haciendo lo que podían, si no para sacar del trullo al tesorero, sí para embarullar todo lo posible los procesos judiciales mediante la acreditada fórmula del  y tú más. Y aquí es donde la historia penetra en una especie de house of cards de serie b.

La secretaria general del partido del gobierno mercadea con el comisario para enfangar al jefe de la oposición a través de las presuntas andanzas de un hermano de este, liado con la jefa de una agencia de detectives que ha aparecido en un episodio  anterior vinculada al espionaje que los prebostes del partido en el gobierno se hacían unos a otros…, y por ahí seguido. El sentimiento de impunidad con que actuaban estos personajes debía nacer, no solo del lugar que ocupaban en la estructura de poder sino de una cierta conciencia de que lo que estaban tramando era ininteligible para el común.  El único que parece saber de qué iba aquello es el comisario, cuya vista estaba adaptada a la penumbra de los bajos fondos y hacía caja en cada meandro del relato. Como un viajante de comercio o un camello de la droga iba de despacho en despacho con su muestrario en oferta y la grabadora presta, y arreglaba el precio y el servicio a la conveniencia del cliente, que, como advierte ahora el servicio telefónico de las empresas, quedaba grabado por su seguridad. La pregunta es: cuando un jefe del gobierno dice que hace lo que puede, ¿se refiere a lo que ahora sabemos? La escena ha mutado como en una función de teatro brechtiano en las que los mismos actores que venían representando la ley y el orden se muestran como una banda mafiosa. No es fácil imaginar cómo pueda sobrevivir el pepé –su organización, su sigla, su hucha de votos-  al contacto radiactivo de esa especie de alien del sistema al que llaman villarejo. De momento, la ex secretaria general, ex ministra, ex esto y ex lo otro ha dimitido de todos sus cargos menos del ganapán de diputada. Otra víctima del villarejo, otra más, hasta que vuelvan a oírse los gruñidos procedentes de las alcantarillas en un próximo audio.