Manuel de Pedrolo fue un prolífico y muy notable escritor catalán –poeta, novelista y dramaturgo-, ninguneado y censurado en vida y es de temer que olvidado ahora. Fue catalanista y anarquista de la cnt, un perfil político mayoritario en la Cataluña en los años treinta del siglo pasado y ahora una especie en extinción de la que quizá se pueden encontrar algunos individuos en la cup. Hubo de ganarse la vida en muy diversos oficios y, como escritor, fue fiel a su lengua materna, lo que añadió dificultades a la difusión de sus trabajos, no solo en España, donde tenía enfrente toda clase de trabas, sino en otros ámbitos idiomáticos que potencialmente hubieran sido más receptivos a sus trabajos. Las constricciones políticas y lingüísticas le llevaron a indagar en géneros alegóricos y lenguajes abstractos para desarrollar sus temas y como dramaturgo encontró cancha en el llamado teatro del absurdo, el género dominante en la escena europea a mediados del pasado siglo. El manual canónico de este teatro, debido al crítico alemán Martin Esslin, sitúa a de Pedrolo en la nomina de Ionesco, Beckett, Pinter, Frisch y otros grandes del teatro de la época. La que quizá sea su obra más famosa, Homes i No, se estrenó en Barcelona a finales de los cincuenta y describe una situación en la que unos individuos están encerrados, separados por altas rejas y vigilados por un celador llamado No. Los presos dialogan entre sí y buscan la manera de escapar de su encierro, bajo la mirada rutinaria y no siempre atenta de No, y cuando creen haber encontrado una vía de fuga, abatiendo los cortinones que constituyen el fondo de la escena/prisión, tras estos aparecen nuevos barrotes que incluyen a No, también prisionero de un orden superior e inapelable como los demás personajes.

El recuerdo de esta obra y de su desconsolado final ha reverdecido al leer la advertencia de don Rajoy al futuro govern que aún no ha salido de las urnas: o cumple la ley o ya sabe lo que pasa. Detrás de los espesos cortinones que son los intentos de diálogo, las deliberaciones tácticas, los encuentros transversales y demás faramalla democrática están las rejas del ciento cincuenta y cinco. La última ratio de la constitución; el dispositivo legal que virtualmente la suspende y la convierte en otra cosa ajena a lo que fue la voluntad de los constituyentes. La constitución se autodestruirá en uno, dos, tres, cuatro… ciento cincuenta y cinco. Pum. Es la ley que precede a la democracia; la ley necesaria frente a la democracia contingente. Esta exige un procedimiento inclusivo, que cuente con el concurso de todos y el voto de la mayoría, pero la ley no necesita justificación, solo está ahí y es de obligado cumplimiento, sin deliberaciones ni negociaciones. O la cumplen o ya saben lo que pasa, que diría el oráculo. Los independentistas obviaron el procedimiento democrático y todos los catalanes quedaron a merced de la ley, inermes y enzarzados en sus deliberaciones, si bien el aviso es general y, ojito, nos alude a todos. Los espectadores de Homes i No ya saben a qué atenerse. Es seguro que de Pedrolo hubiera quedado sorprendido de esta reposición de su obra a tamaño real. Por cierto, ¿quién interpreta el papel del celador No en esta versión? Sin duda, don Albiol, el gigantesco portero de discoteca que el pepé ha elegido para que represente la marginalidad e intranscendencia electoral del partido en esa circunscripción. Porque lo que cuenta no es el peso electoral, que al fin no es sino una mera contingencia democrática, sino el peso de la ley, y ese está probado.