Es como una secta. Primero te seducen a ti, luego se llevan a tus hijos, tus ahorros y tu modo de vida, y, por último, te arrastran a un suicidio colectivo. Así describe el movimiento independentista una excelente amiga barcelonesa. Su perfil social cuadra al milímetro con la idea tópica que se tiene de un catalán: pequeña empresaria del comercio, ex votante de la extinguida Convergència, y creyente convencida de que Cataluña es, o ha sido, el mejor país del mundo, del que no sale ni para disfrutar de las vacaciones porque aquí tenemos de todo. Ahora, su negocio se resiente; hay menos clientes de fuera y menos ventas al exterior, ¿puedes creer que se lo digo a una amiga, que ahora es independentista y me responde que estoy mintiendo?, ¿para qué voy a mentirle?, hemos hablado durante años de todo lo que nos pasa y nunca ha salido en la conversación la independencia o que los catalanes estemos oprimidos y ahora lo dice como si hubiera tenido una revelación. Son sordos y ciegos a la razón y a los hechos, si se van las empresas es por culpa del estado español; si Europa no les reconoce, la culpa la tiene la unión europea. El que no se suma a sus delirios es un traidor. Van con las manos en alto y una sonrisa, vendiendo pacifismo, y lo están arrasando todo; nadie sabe el daño que están haciendo a mi país. Están inflamados de emociones y, a medida que no consiguen sus objetivos, aumenta el fanatismo. Ahora esperan que haya muertos, lo decía ayer mismo en una tertulia de la tele una portavoz independentista. No es broma, te mando el vídeo; al verlo me dije, tengo que grabarlo porque no me van a creer. En efecto, ahí está una mujer diciendo con total seriedad que es estúpido creer que la independencia se vaya a alcanzar con unas pocas manifestaciones callejeras y que los países que la han conseguido saben el alto coste que tiene, incluso en vidas, y añade, hasta ahora no ha habido aquí muertos… Acojona, sí, que a la hora de la cena la tele te sirva el pronóstico de una catástrofe como quien da el parte meteorológico.

La voz de la amiga al otro lado del teléfono trae un estado de ánimo desconcertado, iracundo, del fondo mismo de la sociedad catalana –al menos la mitad de los catalanes pensamos así, subraya- cuya intensidad no es perceptible desde fuera de Cataluña y habla de una fractura social que ha roto familias, amistades antiguas y ha cortado la comunicación de grupos en las redes sociales… Estamos en una situación desquiciada, en la que ahora te ríes y al segundo siguiente estás llorando. Esto no es vida. Proclaman una falsa independencia y a continuación el president se larga a Bélgica. Pero, ¿a qué juegan?

¿Por qué crees que la parte de la sociedad catalana que no es independentista no ha dado una respuesta?

No sé. Confiábamos en ellos, los catalanes confiábamos en nuestras instituciones, y creíamos que pararían esta locura. Yo he votado varias veces a Convergencia. Y ahí tienes a Trías, nuestro ex alcalde, que al comienzo de todo esto decía que la independencia era una fantasía y ahora dice que le han destapado sus enjuagues en paraísos fiscales porque es independentista. Y esto va para largo, porque los que están en la calle son jóvenes que no han conocido el franquismo pero a los que sus profesores les han dicho que Cataluña está oprimida y que pueden hacer huelga con permiso de los padres. En casa somos amigos de Coscubiela, que es una bellísima persona, pero le dije, ¿por qué nos dejáis solos? Respondió, que si en las elecciones… Al cuerno, yo fui a la manifestación del otro domingo. Alguna gente de nuestro entorno no quiso para no estar junto al pepé, pero yo no podía quedarme en el sofá esperando a que destrocen el país, y fui a hacer acto de presencia, a estar ahí. Bueno, no te aburro más. Me imagino que fuera de Cataluña debéis ver esto como un culebrón.

No creas.