Menos mal que algo permanece intacto en este país. ¡El bigote de Dalí! Así lo ha atestiguado su embalsamador –orgulloso con razón de su obra- al comprobarlo cuando los restos mortales del bufón genial han sido exhumados para dirimir la filiación genética de una vidente cuyas dotes adivinatorias no alcanzan a probar que pueda ser hija del finado. ¡Los bigotes marcan las diez y diez, es un milagro!, ha subrayado con entusiasmo el embalsamador. Que las manecillas de este reloj de ultratumba permanezcan intactas es prueba de la eficiencia del artífice momificador pero que marquen la misma hora que cuando estaba vivo veintiocho años atrás no debe atribuirse sino al tempo del país, seco y estático como el del desierto egipcio. Ahora que tanto se habla de la transición llama la atención que haya tenido que ser una vidente corta de vista la que traiga a la palestra de la memoria a uno de los ídolos que mejor representó el espíritu de aquella época, cuando quisimos ser modernos y cosmopolitas sin sacudirnos el pelo de la dehesa del mismo modo que Dalí fue un surrealista universalmente reconocido partidario de la dictadura franquista. El indescifrable lenguaje estético del artista era la máscara de la impostura y fue nuestra coartada histórica, y toda la potencia icónica de ese esprit d’époque se concentró en sus bigotes, que, ay, permanecen intactos. Si Avida Dollars siguiera vivo, es seguro que habría encontrado una ocasión para elogiar la corrupción reinante de la que él mismo participó en los últimos años de su vida autorizando que cualquier garabato sobre papel se comercializara con su firma autógrafa. De modo que, si está viva su alma, ¿por no habría de estar enhiesto su bigote?  Estas disquisiciones se le darán una higa a la vidente que ha promovido la exhumación porque sus intereses son más humanos, demasiado humanos. La videncia es un oficio en el que mejor se relaciona lo más improbable con lo más concreto. La clientela de las artes mánticas son como los preferentistas de las cajas de ahorros: pagan con dinero de curso legal promesas destinadas a ser humo. El preámbulo de la exhumación ha estado inevitablemente acompañado de especulaciones de corrala. La cuestión se resumía así: ¿cómo es posible que Dalí haya dejado una hija si su actividad sexual era la de un mirón y un onanista? Pero la videncia es un don que extrae oro de donde parece que no pueda sacarse nada, un don que tuvieron los González, Bárcenas, Blesa (q.e.p.d.) et alii, y ahora quizás salga algo del bigote de Dalí, que sabía un rato del negocio.