Vox dio ayer un mitin con el presidente de la real federación de fútbol como orador principal en el contexto de una sesión de este organismo. Un mitin sobrevenido, inesperado, sin duda también para la dirigencia voxiana, que ha adoptado un perfil bajo mientras don Feijóo trastea con independentistas vascos y  catalanes e hipotéticos tamayitos socialistas para abrirse paso hacia la presidencia del gobierno. La estrategia política y mediática de este verano declinante es  que vox y todo lo que representa ha menguado tanto de tamaño que puede decirse que no existe. Los jefes del partido ultra han aceptado el sacrificio de no exhibirse en aras de un bien superior que es la reconquista del poder por la coalición reaccionaria. ¿Quién  iba a pensar que el engaño se descubriría en un terreno tan propio de nuestra gente como el fútbol?

La culpa la tienen las chicas, como bien argumentó ayer don Rubiales, que van siempre provocando y enseñando las piernas, incluso cuando juegan a un deporte tan casto como el fútbol. En este contexto, le das a una de ellas un piquito en la boca, como haría cualquier padre con su hija el día de la primera comunión y ¡hala! todo el país se alborota porque ha descubierto en plena canícula que el gorila sigue en la habitación. El gorila no puede dejar de serlo y don Rubiales no puede dejar de ser don Rubiales, en eso radica la razón voxiana. Lo que defiende don Rubiales para sí mismo es lo que defiende don Abascal para todos y todas, al servicio de España.

Nadie sabe si ocurrirá, ni cómo, pero ciertos hechos, que bien podrían ser anecdóticos y pasar desapercibidos en otras circunstancias, adquieren una dimensión masiva, que hace temblar las estructuras. La agresión (presunta) de don Rubiales a una jugadora de la selección de fútbol pertenece a este rango. Lo que es un triunfo deportivo histórico se ha visto ensombrecido porque se ha producido en un contexto de desigualdad y dominación de un grupo social sobre otro. La mala noticia para los perpetradores de la ofensa y del desastre consiguiente es que las (y los) afrentadas son la mayoría del país. Don Rubiales ha insultado a España; a la real, no a la de los reyes católicos.

En su pausado peregrinaje hacia la presidencia del gobierno, don Feijóo necesita recuperar voto femenino, que fue determinante para que no obtuviera mayoría suficiente en las elecciones del mes pasado. Las mujeres rechazaron el retroceso en políticas de igualdad que pepé y vox habían pactado y puesto ostentosamente en marcha en comunidades autónomas y ayuntamientos ganados en las elecciones municipales. No son tiempos para batirse el pecho como un espalda plateada encaramado a la rama más alta del árbol. Don Abascal se ha convertido en una carga más que en un apoyo y ahí radica la discreción galaica adoptada por don Feijóo en este periodo de expectativas diversas. Y parecía que podía funcionar cuando aparece don Rubiales y su costumbre patriarcal de dar piquitos a hijas, ahijadas, pupilas y arrecogías en el nido familiar.

Don Feijóo y don Rubiales mantienen una curiosa sintonía en el arte de hacer amigos; ambos creen que pueden comprarse. El segundo lo hizo explícito cuando introdujo en el argumentario de su autodefensa la renovación del contrato del seleccionador nacional don Vilda con un incremento de salario hasta medio millón de euros. Don Vilda es de los que gritan somos campeones cuando las campeonas son ellas y aplaudía el discurso de su jefe rodeado de palmeros de los que hemos de creer que aplaudían porque también le deben  algo al orador. A su turno, don Feijóo ha bosquejado su propuesta a los indepes de junts en la que no hará concesiones identitarias, es decir, no reconocerá que sus interlocutores son catalanes y tiene que negociar con ellos precisamente por eso; a cambio, ofrecerá el muestrario habitual dirigido a la cartera: rebaja de impuestos, inversiones, etcétera.

De este embrollo veraniego se desprenden dos preguntas filosóficas para post marxistas: ¿en qué circunstancia la identidad (nacional, religiosa, de género) se convierte en un factor de progreso histórico? y ¿cuánto cuesta comprar o vender la identidad? La respuesta, en el temático del curso que viene.