Tal vez sea una buena noticia. España sale de su reñidero natural en busca de resonancia para sus cuitas en Europa y la encuentra sumida en la greña. Los españoles nos hicimos europeístas en la convicción de que era la única salida para sujetar a los demonios interiores, y, aunque solo fuera por sentido del ridículo dejamos de hacer ostentación de la hybris que caracteriza el debate doméstico. Esta cautela de sensatez política y buen civismo se ha venido abajo.

A grandes rasgos, la historia es esta. El pepé va a las oficinas de la unioneuropea un día sí otro también para denunciar lo que hace el gobierno de don Sánchez, con la mala suerte de que sus protestas no encuentran acogida. A este propósito de españolizar Europa, la derecha ha ocupado una cabeza de puente en la presidencia de la comisión de peticiones de parlamento europeo, en la que está de guardia la exministra doña Dolors Montserrat encargada de difundir toda clase de infamias para derogar el sanchismo, las cuales gozan de unos minutos gloria mediática hasta que vuelven a la nada de la que no hubieran salido si no fuera por la arbitraria, desesperada y malintencionada imaginación del partido que encabeza el moderado don Feijóo. La comisión que preside doña Montserrat es conocida en el mundillo político de Bruselas como la mayor máquina de fango de la unioneuroea dirigida a propalar bulos envueltos en la respetabilidad del papeleo bruselense. Las autoridades interpeladas desdeñan rutinariamente estos intentos hasta que ocurre algo.

Entre los últimos alborotos del pepé en Bruselas está el expediente de Doñana donde la junta de Andalucía y la comisión europea ya han tenido un encontronazo por el propósito de la mencionada junta de desecar el parque natural  a fin de ganar las elecciones provinciales en Huelva satisfaciendo los intereses de un puñado de regadíos parasitarios en estado de ilegalidad. En la pelea, el pepé no ha tenido problema en disparar a discreción involucrando al hijo del ministro de agricultura de don Sánchez en la posición de la comisión europea. Esta ha respondido a la insidia con contundencia. Hasta aquí, as usual. Europa se toma en serio el desafío climático y no es partidaria de la picaresca del campo español y de sus maniobras caciquiles y debates de navaja cabritera. La sorpresa ha surgido cuando el presidente del partido popular europeo, herr Manfred Weber, ha tomado partido por sus correligionarios españoles y ha acusado a su compañera de partido, frau Ursula von der Leyen, de hacer la campaña electoral a don Sánchez. Esta ha rechazado la imputación con contundencia.

Ambos se disputan la jefatura del pepé alemán. Pero lo interesante de este episodio es la confluencia astral de tres factores inéditos, o casi, en la política española con relación a Europa y que anuncian las dimensiones del debate que viene. Primero y más importante, el cambio climático aparece como la causa que abre la brecha en el sistema político y profundiza las diferencias entre derecha e izquierda, también en el ámbito europeo. Segundo, Bruselas deja de ser una estable y aburrida máquina administrativa para convertirse en un campo de lucha política e ideológica en la que los actores se extienden por toda la geografía de la unión. Y tercero, España deja de ser un elemento dependiente en el debate europeo para convertirse en un agente activo en temas que interesan a Europa.  Estos síntomas deben ser tomados en su justa medida y sin alharacas pero no hay duda que señalan un cambio de derrota.