Los divorcios de ricos y famosos son materia de mucha curiosidad y regocijo entre el pueblo llano. La gente envidia la suerte que tiene la casta porque, incluso en estos momentos aciagos, se les ve empoderados y resueltos, dispuestos a dar espectáculo. Durante décadas  hemos vivido con la atención prendida de las desavenencias y posterior divorcio y más de Carlos y Diana, de cuya epopeya tenemos ya nueva temporada en netflix. Aquí, en casa, hemos estado la mar de entretenidos unas semanas con las quisicosas de Piqué y Shakira y de Tamara e Íñigo. Pero el divorcio más trepidante, el que tiene a la izquierda española en un ay y ha ocupado este domingo sesudas crónicas y artículos de opinión en la prensa seria es el de Yolanda y Pablo.

Resulta que fue él quien la tiró a la piscina a ella. Pablo había renunciado a seguir en la política –un eufemismo como otro cualquiera- y eligió a Yolanda para dirigir la empresa, pero la designada se hizo la remolona y rechazó la oferta, y entonces él anunció a los cuatro vientos que ella sería su sucesora sin consultárselo antes. Le dio un empujón y, hala, al agua patos, escribe el cronista, como hacen esos padres autoritarios con los retoños retraídos, en la seguridad de que saldrán del aprieto por la cuenta que les trae. Yolanda se enteró de que era sucesora de Pablo cuando ya estaba en el agua y no podía dejar de bracear. Unidaspodemos es probablemente el partido más hetero-patriarcal del arco político y en esa casa la realidad es lo que el boss dice. La sorpresa fue que ella nadó, en efecto, pero en la dirección que quiso y no en la que esperaba él. Es lo que tiene la política y otros entornos líquidos y gaseosos, que se puede navegar en cualquier sentido y con cualquier estilo para alcanzar tus propias metas.

El primer indicio de que ella iba a su rollo fue el encuentro en Valencia de un atractivo quinteto de lideresas de la izquierda de variado origen (repóker, dijeron los organizadores, aunque una de las convocadas ya está inactiva) al que no estaban invitadas las dos dirigentes podemitas, ambas ministras,  de la absoluta confianza de Pablo. Aquello parecía la ruptura de la nadadora con su familia política y con el que se creía su mentor, y todo lo que ha pasado después viene a confirmar esta impresión.

Pero el calendario aprieta, las elecciones locales están a un tiro de piedra y las organizaciones territoriales de unidaspodemos están hechas unos zorros. Pablo se impacienta pero Yolanda ya ha anunciado que sobrevolará estas elecciones para concentrar sus esfuerzos en las generales del otoño del año que viene. Entretanto, tras el señuelo de sumar y escuchar, teje su propia organización en la que participan cuadros podemitas que entraron en política para seguir en política, un proceso que amenaza con dejar a Pablo más solo que la una, como él mismo ha denunciado, no sin ira, en todos los altavoces disponibles. ¿Llegará la sangre de la piscina al río?, ¿se quedarán en casa los millones de electores de izquierda que asisten al accidentado divorcio con la papeleta de voto en la mano?, ¿habrá serie de netflix? Hasta don Sánchez se lo pregunta, inquieto.