Lo comentó el abuelo Benjamín en una ocasión en que salía con el chaval del quiosco de Leoz donde habian comprado un tebeo de Hazañas Bélicas: Venían de permiso y estaban ahí, sentados en la terraza del Iruña, con sus botas altas y esa calavera en la gorra, y llamaban la atención, claro, había gente que se les quedaba mirando. ¿Tú también? No, yo no, yo no quería saber nada de ellos, yo pasaba de largo.

La sorpresa, sesenta y pico años después, ha sido ver documentado el recuerdo fugaz del abuelo. Ahí están, en efecto, los oficiales nazis, no solo en los cafés de la plaza del Castillo, sino en el alto de Ibañeta, en el aeródromo de Buñuel, en la linde de Valcarlos, y el mismísimo Heinrich Himmler en Altsasu, hoy villa famosa por otras cuitas. Los años olvidados, de los hermanos Manuel y Miguel Ángel Torres Mateos, publicado por el Gobierno de Navarra, es un libro absorbente y muy informativo sobre un aspecto de la historia reciente, no tan anecdótico como parece, en el que se da noticia de la onda expansiva que la segunda guerra mundial proyectó sobre esta remota provincia subpirenaica, que no solo fue un destino de recreo para las tropas alemanas que ocupaban el sur de Francia sino una base de la red de propaganda y espionaje que los nazis habían tejido por toda la Península. 

Los autores han llevado a cabo una investigación exhaustiva alrededor del contenido de un puñado de fotografías, han escrutado las imágenes en busca de detalles significativos, han identificado a los personajes, su historia y destino, y las circunstancias que les hacían estar en esa foto, y lo han hecho con un rigor detectivesco admirable y una erudición asombrosa y sabrosa, que alcanza, por ejemplo, a datos muy precisos sobre el funcionamiento, el despliegue y la uniformación del ejército alemán o los aspectos más oscuros y esotéricos de la ideología nacionalsocialista.

La presencia nazi en Navarra es el tema principal y más extenso del libro pero no el único. Ya metidos en harina, los autores han indagado en otros sucesos relacionados con la guerra, a los que dedican la misma atención minuciosa: la formación y los avatares de la división azul en la provincia, los derribos de aviones aliados en suelo navarro y la acogida, en la inmediata postguerra, de niños austríacos que pasaron unos meses de restablecimiento con familias locales. Pero de estos capítulos excéntricos, el preferido de este lector es el que los autores dedican a la cineasta Leni Riefenstahl, la favorita de Hitler y sin duda una de las grandes cineastas de la historia, que estuvo en la ciudad durante los sanfermines de 1955, en los que  filmó escenas del encierro y dejó escrito el impacto que le produjo la fiesta. Este metraje podría estar depositado en un legado de diversos materiales, herencia del segundo marido de Riefenstahl, que fueron entregados en 2018 por la secretaria de la cineasta al organismo que gestiona el patrimonio cultural prusiano. En el último párrafo del libro, los hermanos Torres Mateos se muestran preparados y diríase que ansiosos para el momento en que este material sea catalogado y puesto a disposición de los investigadores, aunque reconocen que habrá que tener paciencia. Tienen un entusiasmo contagioso.