Don Fernando Savater va votar a doña Ayuso en la batalla de Madrid. Toma ya. Y lo peta en los digitales. Uno titula que Savater dinamita al pesoe, nada menos; otro, Savater sorprende en elpaís (pobres lectores de elpaís, boquiabiertos) anunciando su voto a Ayuso; un tercero, a Savater le cuesta hacerlo pero votará al pepé. Bien por usted, don Fernando. Le ha costado muchos años llegar a ser el globo más hinchado del circo y no es cosa de desinflarse ahora. Precisamente ahora es cuando hay que dar un paso adelante –otro más, y van…- y demostrar con quién se está. Ahora, cuando hay riesgo, no sé si cierto, de que la progresía y los estercoleros multiculturales se movilicen ante las urnas y nos amarguen la fiesta porque a El Coletas le han mandado un aviso con cuatro balas. Amos anda, a mí con esas.

Para todas las decisiones hay razones –ya saben, no hay efecto sin causa- y en este caso parece que don Savater se ha visto movilizado por el nefasto influjo que don Pedro Sánchez ejerce sobre don Ángel Gabilondo y en llamando menguado al candidato socialista de Madrid ha coincidido con doña Ayuso, la cual ignora a su adversario electoral porque le parece poca cosa y dirige sus proclamas directamente contra el presidente del gobierno de la nación. El desprecio de doña Ayuso por su antagonista puede ser una manifestación más de su proverbial mala educación, pero si tiene en su apoyo a don Savater, que también es filósofo, va a resultar que no le falta razón, o eso pretenden una y el otro.

El filósofo explica que le cuesta dar este paso. Debe referirse al esfuerzo físico para llegar hasta el colegio electoral porque a su edad, que es la nuestra, no extraña que renquee de una cadera o de una rodilla. En cuanto a otra clase de esfuerzo está descartado porque no hay personaje público más volandero que nuestro filósofo. A su lado, don Toni Cantó es una tortuga. Don Savater se presentó a sí mismo en sus primeros escritos como anarquista y empezó su carrera cívico/política en la galaxia batasunera, fue luego compañero de viaje del pesoe felipista, apoyó la aventura egolátrica de doña Rosa en la cosa upeydé, defendió el constitucionalismo haute couture de los libres e iguales en la nave espacial de los ciudadanos naranjos y ahora votará a la heredera de doña Esperanza Aguirre y su criadero de ranas. Está a un tris de echar una mano a vox, y si dios le da salud no está excluido que lo haga, qué caramba, mientras hay vida hay esperanza.

Pero, a todas estas, ¿quién es Fernando Savater, además de un prolífico escritor y un proliferante ciudadano? Una definición breve podría calificarlo de un defensor de la buena vida cuando esta se puede vivir de acuerdo con unas pocas reglas y suficientes recursos materiales para satisfacer los propios objetivos y aficiones en un mundo ancho y abierto. La presencia de Savater en política está siempre guiada por la voluntad de preservar esta versión burguesa de la buena vida, que sin duda le ha acompañado desde la infancia, y sus apoyos a una u otra causa es inevitable que estén en el terreno de la derecha.

A caballo entre milenios es un libro de nuestro filósofo compuesto por una serie de crónicas que él mismo protagoniza en las que se alterna el placer de las carreras de caballos por los hipódromos del mundo y su participación en actos contra el terrorismo de eta. El contenido del libro es una depuración altamente literaria del españolísimo el muerto al hoyo y el vivo al bollo, la misma inspiración que guía la gobernanza de doña Ayuso. El filósofo y la lideresa comparten la alegría de vivir y el asco por los que no han visitado nunca un hipódromo o en su defecto no han visto el partido de la liga de fútbol desde el palco del Bernabéu, a lo que se suma el gusto compartido por ocupar la pista del circo.