El informe de Brodie es un relato de Borges en el que un clérigo escocés cuenta sus andanzas misionales por tierras de África y Brasil. En un rincón de esos mundos ignotos encontró a una tribu de hábitos atroces y abyectos, que se llamaban a sí mismos Mlch y el relator renombra como yahoos, evocando así los encuentros de otro estraflario viajero, no menos famoso, Lemuel Gulliver. las gentes que asombraron a David Brodie viven en ciénagas, devoran cadáveres humanos crudos, se asombran ante la barba roja del misionero, tienen prohibido mirar a las estrellas y su dios se llama Estiércol, en fin, dejaremos aquí la descripción que hace Brodie porque no queremos privar del placer de la lectura del cuento al que aún no lo conozca. Lo que interesa a los efectos de este comentario es que en el último párrafo de su relación de los hechos, el misionero reconoce el horror que aún le produce el recuerdo de los  yahoos, no por lo que son y hacen sino por lo mucho que se parecen a él mismo y a sus compatriotas escoceses que profesan la verdadera fe de Cristo: tienen instituciones, gozan de un rey, manejan un lenguaje basado en conceptos genéricos, creen en la raíz divina de la poesía y adivinan que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo; representan, en suma, la cultura, como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos pecados, reconoce el misionero con espanto.

Si trasladamos la parábola borgeana a la jungla en la que vivimos, los yahoos son los del pepé y el misionero Brodie es doña Inés Arrimadas y sus correligionarios. Los primeros son corruptos; los segundos, corruptibles. Doña Arrimadas y la iglesia reformada fundada por don Rivera se marcaron como misión librar a la aldea de la corrupción, pero después de convivir un tiempo con sus habitantes y no conseguir ninguna conversión, como no la consiguió Brodie entre los yahoos, se dieron cuenta de que, caramba, los del pepé no son muy distintos a los misioneros del hábito naranja. Estos, como aquellos, también urden gobiernos en la sombra de los despachos y se dejan comprar a cambio de un carguete. El sainete cómico de la moción de censura de Murcia ha puesto en evidencia, por si hiciera falta, las dimensiones de la ciénaga y la naturaleza de los organismos que la habitan.

Los observadores más avisados han recordado un precedente de este suceso: el tamayazo que inauguró en Madrid la larga y corrompida gobernación de doña Aguirre, de la que doña Ayuso es discípula y heredera. Pero a la muchachada de los partidos emergentes, plagados de ambiciosillos oportunistas, el tamayazo les suena tan cercano como la batalla de Guadalete. Somos un país y un paisanaje que persevera en su ser con tenacidad digna de mejor causa. Cada borbón es igual a los borbones que le precedieron y cada partido político emerge del mismo barro que sus predecesores en el parlamento.

P. S. El informe de Brodie aún descubre algún detalle adicional que refuerza la analogía de los yahoos del cuento y los yahoos del telediario. Aquellos eligen a su rey entre los niños nacidos con algún defecto, le queman los ojos, le cosen la boca, le cortan manos y pies y lo confinan en una caverna para que su sabiduría no se distraiga con los señuelos del mundo que le rodea. Estas tareas están a cargo de los hechiceros de la tribu. ¿No es lo mismo que ha hecho en el pepé la hechicera doña Ayuso con el rey don Casado?