Llegará un momento, y pronto, en el que no distinguiremos los despuntes de los aplanamientos. El mundo gira y no siempre se distingue el alba del ocaso, fenómenos que por último ocurren todos los días. La pandemia entrará en ese marco, que tan bien conocemos, en el que el discurso público y la experiencia privada discurren en órbitas distintas y ajenas.
La guerra en casa
En estos momentos, la principal incógnita que nos tiene en suspenso es en qué punto del planeta estallará la tercera guerra mundial. Desde una perspectiva convencional, diríamos que Oriente Medio presenta una buena candidatura pero en el mundo hispánico tenemos otro candidato prometedor: Venezuela. Aquí ya estamos calentando en el banquillo. Maduro o Guaidó, el principal problema de España.
El partido de los viejos
La orquesta mediática está dedicada hoy, inevitablemente, a afinar la melodía que arrojaron ayer las urnas. Bagatelas. El escribidor, que cumplió setenta el día víspera de las elecciones y dedicó la jornada a reflexiones más melancólicas que las que prometían los comicios, tiene una hipótesis que quizá valiera la pena que se contrastase, a saber: las elecciones las han ganado los partidos de los viejos.
Nostalgia
La otra forma de nostalgia se remonta a un pasado más reciente, mira al paraíso perdido en la crisis de hace una década, y es aseada, parsimoniosa y autosatisfecha hasta la náusea. Los adictos a esta nostalgia celebraron una misa patrocinada por consorcios e instituciones del dinero y concelebrada por don González y don Rajoy. Fue, ya se entiende, una especie de combate de sumo japonés trucado y con traje y corbata.
Como en un espejo
Así que bien puede decirse que la feliz pareja formada por don Pedro y don Pablo se conoció en un accidente de tráfico en el que ocupaban los vehículos que colisionaron de frente mientras las dos familias hacían turismo en las venerables ruinas del felipismo.