Hace algunos años, bastantes años, el zoo de Madrid albergaba un ejemplar de león del Atlas, característico por su gran porte y la melena de reflejos oscuros, casi negra en este caso. La sorpresa asaltaba al visitante cuando leía en la cartela que el león del Atlas es una especie extinta. Ver un ejemplar vivo de una especie que ha desparecido provoca un devastador sentimiento entre el asombro y la melancolía. La naturaleza se niega a la extinción y proyecta su mensaje más allá de la existencia real del mensajero. Hay algo de fantasmal en la experiencia. Es la luz que nos llega de las estrellas muertas hace millones de años.

El viejo se ve asaltado por el mismo sentimiento de asombro y melancolía cuando encuentra entre sus vecinos a un autoproclamado liberal. Pero ¿existen liberales en España?, ¿han existido alguna vez? Estas preguntas han vuelto a mientes esta mañana ante la lectura de la columna periodística de don José María Lasalle, un caballero con llamativas gafas de diseño que ocupó un alto cargo en el gobierno de don Rajoy y que funge tenazmente de liberal. Ya habrán adivinado que la médula de la columna es la exhortación a un pacto pepé-pesoe para salir del laberinto postelectoral en el que nos ha metido la barbarie de la derecha -¡que te vote Txapote!– y en el que la izquierda ha intentado, y conseguido, por ahora, salvar los muebles. Don Lasalle apela a la moderación pero, en un corral en el que gallos y gallinas cacareaban y cloqueaban histéricamente, también los sedicentes liberales, por el retorno a algo muy parecido al fascismo, el único moderado ha sido don Sánchez al que la tropa reaccionaria quería derogar. También, el único constitucionalista ante el proyecto anticonstitucional que encarna vox y acepta el pepé.

Con un poco de photoshop, don Feijóo podría haber colado como el personaje moderado, racional y dialogante con el que sueñan los sedicentes liberales, pero ha resultado un tipo quebradizo, errático, resentido, malintencionado y cobarde, que se hizo manifiesto a velocidad creciente desde que pisó el escenario de la política nacional hasta al final de la campaña. Sentado ahora frente a don Sánchez para un hipotético acuerdo, ¿qué podría decir para que se olvide todo lo que pregonó hasta ayer? ¿que fueron inexactitudes? En las charcuterías del alto Madrid ya afilan los cuchillos para despiezar al candidato fallido mientras esperan la aparición del líder providencial que derogue a todos los sáncheces de este mundo y nos traiga la paz y el bienestar de cuando entonces.

En el zoo, el león del Atlas sueña con el tiempo en que sus antepasados fueron los reyes del lugar y bastaba que anunciara quia nominor leo, como en la fábula de Fedro, para que los habitantes de la sabana se plegaran a su mandato. Se oye un rugido pero no sabemos si ha salido de su garganta o es un eco del aparato de megafonía, como ha ocurrido en estas elecciones: demasiados altavoces, demasiadas encuestas, demasiados tuiteros, demasiados radiofonistas y columnistas liberales predicando en contra de la realidad y a favor de una especie extinta.