El tenedor fue inventado en la corte de Venecia hacia mediados del siglo XVI para superar el obstáculo que las gorgueras y otros ampulosos cuellos de encaje -signos de distinción y de clase en la época- suponían al acceso de la comida a la boca y, como consecuencia derivada, el nuevo instrumento acabó con el hábito de comer con los dedos.  La civilización se moldea en la mesa y los voxianos, que ya tienen asiento reservado en el ágape nacional, han descubierto el uso del tenedor y van a modificar sus estatutos para sancionar como falta grave las manifestaciones de sus afiliados que dañen la imagen del partido. Prohibido, pues, comer con los dedos, hablar con la boca llena y eructar y soltar flatulencias en la tribuna pública. Es lástima porque perderán uno de los rasgos de su encanto, quizá el principal.

El característico brutalismo expresivo de los voxianos cumple con eficacia la doble función de enardecer a los propios e intimidar a los ajenos, y por este nuevo camino hacia lo versallesco corren el riesgo de confundirse con sus socios de la derechita cobarde. Lo del pepé no es cobardía sino imposibilidad material de ser civilizado y bárbaro a la vez. Diríase que este dilema imposible iba a encontrar solución gubernamental en el dueto Feijóo/Jekyll y Abascal/Hyde, pero si al pit bull le da por tratar de usted al paisanaje el truco está arruinado. ¿Qué estrategia distintiva le queda al moderado don Feijóo y a sus ingeniosos argumentos de divorcio duro si sus socios dejan de decir burradas por aquello de la imagen del partido?

Eso sin contar con que a los voxianos les espera un largo aprendizaje para sustituir los argumentos genitales por argumentos cerebrales, para los que no han dado muestras de estar muy dotados. Ya se ha visto que don Abascal necesita externalizar funciones discursivas que, como la moción de censura, son de su competencia exclusiva y que delega encantado en el primero que pasa por ahí, así sea un anciano enfermo de vanidad que se presenta voluntario.

Los cambios anunciados en los estatutos voxianos no se detienen en la sanción de manifestaciones indecorosas sino que tienen una parte propositiva que obligará a los afiliados a seguir las instrucciones del argumentario oficial en los desahogos de tuiter y otros vehículos de expresión pública. Esta leninización de la opinión interna sí que es un paso definitivo en la homologación del partido. Argumentario solo hay uno y a ti te encontré en la calle, o como dijo don Alfonso Guerra: el que se mueve no sale en la foto. Claro que para mantener embridado a tanto libertario vox va a necesitar un buen alijo de cargos públicos para repartir porque la contención verbal está asociada a la prebenda. La petición del partido a sus afiliados es que mantengan el pico cerrado hasta las elecciones y luego ya podrán desahogarse los que resulten electos. Entretanto, a los que ya están sentados a la mesa después de los comicios regionales y locales se les han entregado las encomiendas de cultura y las presidencias de los parlamentos, que son lugares para hablar fino, y así van aprendiendo cosas.

Pero, en definitiva, los voxianos han dado un paso sin retorno y han sacrificado la libertad que conduce al pueblo y que, como en el cuadro de Delacroix, es descocada y estrepitosa, para defender al estado desde una severa poltrona ministerial. Una muestra de patriotismo que debería conmovernos.