Polonia y Hungría han decidido cortar la importación de grano procedente de Ucrania por el rechazo de sus agricultores, perjudicados por la caída de precios que ocasiona la sobreoferta ucraniana. La Unión Europea otorgó a Ucrania una moratoria para la exportación sin aranceles de sus productos agrícolas como forma de ayuda a su causa en la guerra. La paradoja reside en que Polonia, el país europeo más implicado en la defensa militar de Ucrania sea a la vez su principal competidor comercial, capaz de romper los acuerdos de la Unión para satisfacer intereses en clave nacionalista. Tanques y aviones, sí; trigo, no.

El grano ucraniano es un síntoma del sarpullido que padece Europa y que aflora en casi cualquier ocasión en que se ve obligada a  salir de sus rutinas domésticas para atender una nueva contingencia exterior, y estas ocasiones se multiplican en los últimos tiempos motivadas por la guerra de Ucrania y el conflicto de poder entre Estados Unidos y China. Un reciente viaje de autoridades europeas a Pekín ha dado un nuevo motivo a la disonancia. Hay un consenso europeo por el  que China es imprescindible para poner fin a la guerra de Ucrania, en parte porque Europa se sueña como un bloque autónomo en el nuevo orden mundial, pero no hay acuerdo en la Unión sobre el precio y las condiciones de la mediación china. La intención está erizada de cautelas. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, proclamó antes de entrevistarse con el presidente Xi que la relación con China debe hacerse en base a los intereses europeos. El presidente francés, Emmanuel Macron es de la misma opinión pero su visión de los intereses europeos no coincide exactamente con la de la lideresa alemana. La disonancia viene de la Historia: Francia y Alemania son los pilares de la Unión Europea pero llegaron al acuerdo fundacional de esta nueva entidad política, en 1952, desde posiciones muy distantes: Francia, como vencedora de la guerra; Alemania, como derrotada. Sin duda, este punto de partida cargó de significación y de eficacia el acuerdo inicial y sus frutos son indiscutibles pero la disonancia se deja oír en este momento de crisis y mutación del orden mundial. Para decirlo en claro, este disenso de fondo se resume en la interferencia de Estados Unidos en la marcha de Europa, que ahora mismo se ha visto reforzada por la guerra de Ucrania y precisamente en Polonia y los Países Bálticos, los estados miembros que se sienten más amenazados por la actitud de Rusia y menos afectos al nuevo internacionalismo que perciben en Bruselas.

La Biblioteca de Navarra-Nafarroako Liburutegia ha organizado un ciclo de cuatro encuentros para examinar el laberinto europeo en el incierto momento actual. El arraigado europeísmo de nuestra sociedad (ocho de cada diez españoles se siente ciudadano de la Unión Europea) no nos exime de estar atentos a los cambios operados en la UE y en su entorno geopolítico desde que España es miembro del club hace treinta y ocho años. El Brexit ha sido un aldabonazo a la conciencia europea que puede repetirse.

El ciclo de encuentros se inicia mañana lunes 17, a las 19.00 horas, en la sede de la Biblioteca (Paseo Antonio Pérez Goyena, 3. Pamplona) con una ponencia titulada Europa al comienzo del siglo XXI: ¿Relanzamiento o declive? ¿Integración o disgregación? a cargo de Ignacio Molina A. de Cienfuegos, investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid.

Conferencia completa.