El mero anuncio del envío a Ucrania de tanques leopard, del que al parecer todos los países de la unioneuropea tienen una pequeña reserva en la bodega, ha tenido el contradictorio efecto de despertar el  escepticismo sobre el futuro de la guerra de Putin, latente en la opinión pública. Ha bastado que la ministra del ramo, doña Robles, se fotografiara junto a estos artefactos destinados a traer la paz para que florecieran comentarios que cuestionan esta esperanza. Las primeras y más obvias objeciones vienen del análisis militar, según el cual los ciento y pico tanques que recibirá el ejército ucraniano -una variopinta fauna de mecanos que comprende también abrams, challengers y quizá leclercs, que los ucranianos aún tienen que aprender a manejar- no alcanzan ni de lejos la masa crítica de trescientos carros que necesitaría el martirizado país para frenar la ofensiva rusa y, en el caso más optimista, revertirla. Por ende, estos tanques son de costoso mantenimiento y  necesitan para desarrollar sus prestaciones ser complementados con otras armas, que don Zelenski ya ha reclamado. Esta guerra empieza a parecerse a la lucha contra el hambre en el mundo para la que los voluntarios te requieren a la puerta del mercado; aflojas la calderilla que llevas encima pero el hambre no cesa.

Los leopards han escenificado la unión de los países europeos por una causa justa, lo que en sí mismo es un activo político, si bien asentado sobre un suelo que no oculta grietas. El coste para Alemania, la principal economía de la región, puede romper el eje europeo y, entre los países de la unión, los intereses nacionales están muy alejados unos de otros y el enfrentamiento con Rusia tiene un grado distinto de urgencia y necesidad según la posición geográfica de cada uno, desde Polonia y Países Bálticos a España, Portugal e Italia. En estos últimos es más probable que aparezca en forma de rechazo el fastidioso sentimiento de pagafantas. Hoy hemos podido ver una expresión de este estado de ánimo en un artículo de opinión del exministro y reputado sociólogo don Manuel Castells, que postula la entrega de Ucrania a Rusia y ensalza la figura de Neville Chamberlain en Múnich (1938) porque, argumenta, Putin está dispuesto a una guerra global en la que un submarino ruso con arsenal nuclear, que ya está operativo en el Pacífico, podría arrasar California, donde se asienta la tecnología digital que mueve el mundo occidental. El argumento del exministro tiene puntas delirantes pero nunca se sabe.

El lector va de una opinión a otra, como una abejita, en busca de su propio criterio. La de un asesor de la Casa Blanca ofrece una perspectiva interesante porque si hay algún lugar donde puede rastrearse el significado de la guerra de Ucrania y su pronóstico es en el puente de mando de Washington. En la versión de este analista, los tanques no son para ganar ninguna batalla próxima sino para dotar a Ucrania de una capacidad de defensa a más largo plazo, y la misma función se reserva a los aviones de combate F16 que ha pedido Zelenski, altamente sofisticados e inmanejables para los ucranianos en este momento. El analista no prevé que haya represalias rusas en territorio europeo, ni Alemania ni Finlandia tienen nada que temer, sino más presión en Ucrania, con una ofensiva al este y operaciones defensivas en el sur.

En resumen, podemos inferir que entre Moscú y Washington hay un acuerdo tácito sobre el alcance de la guerra, en el que Rusia aspira a mantener los objetivos que impulsaron la invasión en un contexto en el que el enemigo está mejor armado pero no es, como tampoco lo era antes, un riesgo para su seguridad. Estos objetivos serían ampliar el dominio que ya han conquistado en el este y defender lo conseguido en el sur para mantener Crimea e impedir que los puertos del mar Negro sirvan a los intereses occidentales. El resto de Ucrania será ucraniana bajo el paraguas de la otan, pero, como no hay guerra sin un componente de venganza, Putin destruye las ciudades e infraestructuras que no pudo conquistar en las primeras semanas de la operación especial. Nuestro hombre en la Casa Blanca nos dice que la guerra durará hasta final de este año, y si para entonces ninguna de las partes ha logrado grandes avances, como parece probable, el conflicto quedará en punto muerto y será el momento de iniciar negociaciones. Así que, hasta entonces, relájense y fúmense un purito.