El rey emérito vuelve a España por unos días para hacer cosas de rey, ostentosas y placenteras, junto a su corte; por ejemplo, asistir a una regata en la que cabe la posibilidad de que patronee el inevitable velero, que graciosamente se llama Bribón. Nada hay en este desahogo que deba extrañarnos, ni menos irritarnos. Es primavera y hace un tiempo inmejorable para una regata. Los reyes hacen cosas de reyes, y cualquier noticia u opinión, ya sea zalamera u hostil, sobre estos ocios es ociosa ella misma. Sin embargo, unas y otras sin inevitables. En el gobierno, los podemitas claman en el desierto y el pesoe se llama andana, y en la oposición las diversas derechas aprovechan para competir entre ellas en zalemas a la monarquía.

En este certamen de requiebros se han exhibido algunos de un virtuosismo verdaderamente asombroso. No del portavoz del pepé, don Feijóo el moderado, que ha optado por un soniquete no muy estridente: es un gravísimo error que una parte del Gobierno esté cuestionando la jefatura del Estado y que la otra parte del Gobierno esté, de alguna forma, omitiendo su defensa.  Bueno, en realidad no se cuestiona la jefatura del estado sino la forma que adopta en esta concreta circunstancia histórica. Pero pelillos a la mar. Más barrocas han sido otras reclamaciones del mismo jaez. El portavoz de los ciudadanos naranjas, don Bal, ha pedido al presidente del gobierno que depure a sus socios podemitas por sus intentos de mancillar a la monarquía. No parece que el verbo mancillar sea apropiado para definir la demanda republicana de unidaspodemos, después de que haya sido el borbón emérito el que nos ha meado a todos encima burlando al fisco, desacreditando a la justicia y equiparando a un país serio y una democracia plena, como nos gusta creer de nosotros mismos, a un régimen tribal como los que le agasajan con sus favores y dádivas.

Pero el óscar al pelotilleo más lacayuno debe ser para el alcalde de Madrid, don Almeida, que, en su función de anfitrión del jeque de Qatar, nuestro nuevo butanero de confianza, ha afirmado enardecido que España y Qatar son un ejemplo contra quienes ven la monarquía como algo pasado. Los regüeldos son muy difíciles de rebatir con argumentos, pero intentémoslo. Si los regímenes español y qatarí son equivalentes y homogéneos, los podemitas tienen razón. Pero en el obsequioso recibimiento del alcalde hay un esbozo de la política del futuro gobierno de coalición de la derecha: los del pepé bailarán el agua a los reyes y jeques de las petromonarquías mientras sus socios voxianos devolverán al mar a  los migrantes procedentes de estos inhóspitos países.

En fin, el viejo borbón es una ballena varada en la playa. Los ecologistas monárquicos le echan agüita para que siga viva y los aldeanos republicanos querrían acabar con ella de una vez. Una solución provisional y generalmente aceptada sería que la ballena abandonara la playa y volviera a la mar, donde las ballenas no incordian, pero ya se ve que no es fácil. Entretanto, monárquicos y republicanos respiramos el mismo hedor de la ballena agonizante.