Titular del día: Las bajas por menstruación dolorosa dividen al gobierno y a los sindicatos. La noticia responde a un hecho cierto que produce en el lector una disonancia cognitiva traducida en desánimo si el lector es partidario del gobierno y simpatiza con los sindicatos o en una febril satisfacción si considera que estos constituyen un peligro público. Todo el mundo, a la izquierda y a la derecha, acepta el hecho de la existencia de menstruaciones dolorosas y que estas pueden resultar inhabilitantes para el trabajo, con la consiguiente necesidad de dar una respuesta en la legislación laboral. Lo asombroso es que la coalición social-comunista haya encontrado en este asunto un motivo de discordia para ser aireado en el corral de vecindad. ¿Qué clase de gobierno es este capaz de abrir una batalla interna  ante un hecho de la naturaleza que afecta cada mes a la mitad de la humanidad desde que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso?

En el gobierno de don Sánchez se coaligan dos formas de impotencia histórica: la izquierda socialdemócrata no puede alcanzar reformas significativas de su programa social por más que las recorte y las ahorme a las exigencias del capital y la izquierda populista no consigue representar a la gente, un mosaico fragmentado en innumerables teselas de identidades contradictorias y ensimismadas: laborales, territoriales, de género, étnicas, etcétera. El caso más obvio del fracaso político de la coalición de izquierdas fue la reforma laboral, ciertamente un asunto de estado, aprobada en el congreso por la chiripa de un diputado conservador que no supo manejarse con los botones del voto telemático. A su turno, la subida del salario mínimo, la actualización de las pensiones, las ingentes ayudas a pequeñas empresas, autónomos y desempleados implementadas por el gobierno para paliar los destrozos económicos de la pandemia, siempre exiguas en último extremo, no parece que hayan calado en la conciencia de los beneficiarios. No hay día en que uno u otro sector social o económico no aparezca en el telediario preguntando a quien corresponda, qué hay de lo mío.

Don Sánchez ha seguido el manual de ruta de la socialdemocracia española, que siempre busca el salvavidas en Europa, un terreno en el que el presidente parece manejarse mejor que sus predecesores. En este marco ha obtenido algunos logros históricos: los fondos de recuperación post pandemia y la contención de la tarifa del gas, cuyo valor paliativo no se discute aunque cabe dudar de su capacidad para aplacar la fiebre del país. Por ende, Europa ya no es lo que fue en los buenos  tiempos de Felipe González y Helmut Kohl. La guerra de Ucrania, -a la que don Sánchez ha tenido que sumarse en el crowdfunding  de armas y ayudas- tiene a los europeos en un ay, y que quizá acelere la desintegración del tinglado de la unión. No hace falta añadir que, si la menstruación dolorosa sirve para una buena bronca intragubernamental, una guerra es una oportunidad de oro y, en efecto, a los socios podemitas les faltó tiempo para discrepar de sus coaligados del pesoe.

Don Feijóo, el moderado, el astuto, el prudente, asiste a este naufragio con la seguridad de que recogerá los pecios, ocultándose a sí mismo que quien lleva el timón en el bajel de la derecha es vox. Cuando escuchas a una amiga de muchos años, hija de campesinos, que ha trabajado  toda su vida como una mula en la base de la pirámide productiva y a su jubilación goza de algún bienestar, decir que el problema del país son los excesivos impuestos y los inmigrantes comprendes que la izquierda ha perdido la batalla y no es necesario que insista en su intento de suicidio enfangándose en debates sobre la menstruación.