Ya saben aquello de Gila en el empeño de desentrañar un homicidio y capturar al culpable. El detective va al lugar de los hechos y canturrea como sin querer, aquí huele a muerto…, aquí alguien ha matado a alguien…, en la confianza de que el homicida se rendirá a las insinuaciones y se entregará voluntariamente. Es imposible no pensar en Gila cuando se tiene noticia de las reflexiones del fiscal suizo que ha cerrado la investigación sobre el dinero que nuestro inolvidable rey emérito recibió de Arabia Saudí y que sus testaferros trasladaron a cuentas opacas y un buen pellizco terminó en el bolsillo de frau Corinna Larsen. La carpeta del caso ya está cerrada y sobre ella flotan las dudas formuladas en voz alta por el fiscal, como el detective de Gila: aquí ha habido voluntad de encubrimiento….llama la atención la gran suma de los importes afectados y su origen… falta documentación justificativa… son muy raras las supuestas donaciones sucesivas que van de Arabia Saudí al rey emérito y de este a su amante… Todo es, en efecto, muy raro, como en el crimen de Gila, pero el fiscal no ha encontrado la razón de este tráfico de pasta de la Meca a la Ceca, y todos los imputados han sido exonerados: el rey, la amante, el testaferro, el encubridor y el conserje.

La resolución de los fiscales suizos es esperanzadora por diversas razones. En primer término, devuelve al país la tranquilidad perdida por la obligación de declarar a hacienda los ingresos privados y tributar por ellos. Si, como nos repite cada año el rey de turno en su discurso de nochebuena, la justicia es igual para todos, ya es hora de que sea reparada la honra y devueltos los fondos confiscados a los defraudadores de hacienda, que, siguiendo el ejemplo real, son legión en nuestro país e inocentes en Suiza. El pepé ya ha captado el mensaje patriótico y se ha puesto a la cabeza de la manifestación exigiendo disculpas a quien corresponda por tanto atropello. Hay quien debería disculparse con el rey emérito tras el archivo en Suiza, ha proclamado el primer partido de la oposición sin dar nombres, pero bien podría referirse al rey vigente, que empujó al emérito al exilio por unos indicios completamente infundados. Así, don Felipe debería favorecer el retorno de su padre a casa, levantar la suspensión de empleo y sueldo a que le ha sometido y devolverle la embargada residencia del palacio de La Zarzuela, tal como desea, o exige, su exonerado progeniror.

Estamos en tiempos navideños, de ilusión y esperanza. El viejo ha recuperado la inocencia del niño y las sacas con el oro las trae un rey -mago, por supuesto- de las remotas arenas de Arabia, como en los belenes de toda la vida.