No resulta fácil conocer el mundo en el que vivimos. Costó mucho tiempo y esfuerzo, incluida alguna hoguera inquisitorial, saber que la Tierra es redonda, y aún hay gente que cree que es plana del mismo modo que hay gente que vota a vox. Sin embargo, aquí y allá, son visibles indicios que nos llevan a tener una noción más exacta de la realidad, ya sea sobre el orden orbital de los planetas o sobre el funcionamiento de la sociedad en la que discurre nuestra existencia. El ministro del gobierno de monsieur Macron encargado de la implementación de la gran reforma de las pensiones dimite. La primera explicación que nos viene a la cabeza, intuitivamente, es que lo ha hecho aterrorizado por la fenomenal respuesta social que ha despertado el proyecto de reforma. Pero quiá. Ha dimitido porque se ha desvelado que el ministro tenía un puñado de cargos, algunos honoríficos y otros bien remunerados, que no había declarado como manda la ley de incompatibilidades. Hay que tener un rostro de mármol para meter mano en las pensiones de la gente cuando tienes  los bolsillos llenos de prebendas, gajes y mamandurrias, que además pretendes que permanezcan ocultos cuando ocupas uno de los puestos más escrutados de la república. ¿Puede un cerdo de la granja de Orwell ocultar su condición porcina?

Sin duda, el régimen de pensiones en los países europeos habrá de ser objeto de reformas, y probablemente algunas de ellas irán en la dirección propuesta por don Macron, pero la dimisión de su ministro y las masivas manifestaciones y huelgas en la calle nos dicen que no es solo de pensiones de lo que estamos hablando. Básicamente, se trata de que la democracia está trucada (y gripada, habría que añadir) y quienes la administran juegan con los dados marcados. Las reformas radicales que pregonan los liberales, de los que don Macron es el paladín europeo, no son más que la versión tecnocrática de la revolución conservadora triunfante desde cuatro décadas atrás.

La crisis financiera que estalló hace una docena de años marcó el fin de la fase expansiva del ciclo y por ahora nadie sabe cómo poner de nuevo el motor en marcha y sacar el vehículo del barrizal. La respuesta universal y obvia es aligerar la carga, recortes en el gasto social y saqueo de los ahorros de la gente. Y esa tarea la hacen tipos con los bolsillos llenos de pasta, influencias, contactos, cuentas opacas y honores de toda clase. Tipos que pueden ser cautos y taimados, como monsieur Delevoye, el ministro de Macron, u ostentosos y agresivos, como ese de Quinto que aposenta el culo en la bancada liberal del parlamento y cuyo dinero duerme en algún plácido paraíso fiscal. Don Quinto es un pecio del naufragio de los liberales naranjos españoles y don Macron es el todopoderoso presidente de la república francesa que aún no ha conseguido dar un paso por sí mismo en ninguna dirección. En este marco, los bufones como Boris el inglés tienen las de ganar. Al final el Joker se ha impuesto a Batman, como sabe cualquiera que esté al tanto de la cartelera de cine.

En la imagen, The Joker, acuarela de María Fuente.