Lo que queda de los debates electorales es una sarta de anécdotas que van repicando durante un día o dos por las tertulias televisivas y las columnas de prensa hasta que se extingue el eco por completo, que si el adoquín de don Rivera, que si la mamada de don Iglesias… Son  anécdotas que destellan sobre el lecho uniformemente gris y consabido del debate y ayudan a recordarlo, como un ejercicio nemotécnico. La niña de Rajoy permanecerá en el recuerdo cuando el olvido haya cubierto al que la inventó. La elección de estas muletillas de la memoria es arbitraria por parte de los comentaristas que las difunden y jalean. Por ejemplo, en esta ocasión, se ha mencionado poco un tic de don Sánchez consistente en bajar la cabeza y hundir la mirada en los papeles que tenía sobre el atril mientras sus adversarios estaban en el uso de la palabra y generalmente le atacaban. Es como si el coach le hubiera dicho al presidente en funciones: tú a lo tuyo y ni caso a los demás, si dicen, que dizan, tú eres el mejor, el winner, no lo olvides y no te rebajes, no les des bola, no salgas de tu zona de confort.  Así que, en cuanto el contrario cesaba en su perorata, el ex jugador de baloncesto levantaba la cabeza, miraba al horizonte que nos espera a todos y soltaba los tópicos que constituyen su discurso. Luego, vuelta la cabeza bajo el ala.

En los albores de la fotografía, los modelos tenían que permanecer inmóviles hasta que la imagen se estampaba en la placa. El tiempo de exposición para documentar la realidad era largo. Hoy, no solo es instantáneo sino apriorístico. Facebook lo sabe todo de nosotros por nuestras pulsiones apenas conscientes sobre la pantallita del móvil y nosotros podemos saber cómo funcionará un gobernante mucho antes de que gobierne. Si echamos la vista atrás, descubrimos que ninguno de los presidentes que hemos conocido soportaba el barullo de la democracia. A don Suárez le explotó en las manos; don González la toreaba; don Aznar intentaba domarla; don Zapatero quería hacerse su amigo, y don Rajoy se limitaba a saludarla con cortesía y nulo afecto. Tardamos en entender esos modos porque nuestra percepción estaba adaptada al mundo analógico, pero en la era de instagram ya sabemos de don Sánchez que si algo no le place simplemente ni lo mira. Su estilo es una democracia en la que él desfile bajo palio y si los demás se empeñan en recordarle que también es humano se enfurruña y no te habla, como los adolescentes mal criados. Los comentaristas comentaron que había ganado el debate porque sobrevivió al fuego graneado de cuatro adversarios. Ahora la cuestión es si también sobreviviremos los demás.