Tranquilos, tranquilos, no pasa nada, todo está bien. El diario de referencia acude a restaurar el sosiego de la nación y ahuyentar de su agitado magín los delirios que la han visitado durante el verano: el incendio de la Amazonía, el cierre del parlamento británico, la explosión de bacterias tóxicas en los alimentos y, sobre todo, ay, la insistencia de don Iglesias en un gobierno de coalición. No hay pesadilla mayor para los poderes patrios que imaginar a los morados en el consejo de ministros.  Pero ahí está el diario de referencia que publica el día de la vuelta de las vacaciones la entrevista canónica con el líder providencial, presidente en funciones, candidato in péctore y, tal como están las cosas, salvador de la patria. Los más viejos del lugar recordamos el efecto balsámico que este recurso tenía antaño. Leías la entrevista a don Felipe González y el mundo alrededor se hacía más compacto, más firme, más acogedor, y reanudabas tus rutinas reconfortado y alegre, y narcotizado.  El diario de referencia era a don González lo que l’osservatore romano al papa, no solo su portavoz sino sobre todo el difusor de una idea del mundo tal como le acomodaba al inmarcesible líder. El diario de referencia marca el límite por la izquierda al que los poderes terrenales podrían aceptar que llegara la sociedad española y desde la aparición misma de los podemitas ha dedicado un esfuerzo monumental en información y opinión para desacreditarlos; el último ejemplo, la entrevista a don Iglesias en la radio del grupo.

El fondo de la entrevista a don Sánchez no tiene interés; ni el entrevistado es hombre de ideas ni los entrevistadores pretendían que saliera magullado del trance. El persoanje también carece de esa tortuosa retórica que tenía su abuelo, don González, que obligaba al lector a pensar en qué quería decir, así que el mensaje principal del nieto es simple: hay una tercera vía entre la repetición de elecciones y un gobierno de coalición, que se traduce, como sabe todo el mundo, en otorgarle la prerrogativa de gobernar en solitario al albur de las circunstancias. Dejando aparte lo que tiene de chantaje esta propuesta, llama la atención el empleo del sintagma tercera vía, que debiera estar proscrito en el vocabulario socialdemócrata. Tercera vía es un tópico sin sustancia alguna acuñado por el sociólogo inglés Anthony Giddens que constituyó el banderín de enganche con el que ganó las elecciones Tony Blair. Nadie es capaz de definir qué es la tercera vía; para unos, una difusa senda entre el capitalismo y el socialismo; para otros, una síntesis de los dos. Lo único cierto es que las políticas que se hicieron con ese marbete llevaron al derrumbe de la socialdemocracia en Europa. De hecho, don Sánchez es ahora mismo una anomalía en el panorama europeo ; quizá quiera seguir los pasos de sus correligionarios por aquello de la solidaridad internacionalista.