La librería exhibe en el escaparate el libro que una juez ha secuestrado con estrepitosa publicidad. Es como encontrarse en mitad de la calle con el cuerpo del delito del que todo el mundo habla. El lector siente un escalofrío que viene de la prehistoria, de cuando adquiría en la trastienda de Andrómeda libros prohibidos por la censura franquista, que nunca hubiera comprado ni leído si no hubiesen estado prohibidos. El lector ya sabe que el volumen secuestrado por la juez se vende a chorro en los proveedores digitales y su precio es objeto de una desbocada especulación en la reventa. Pero ¿en el escaparate?, ¿a la vista de todos? El lector se siente invadido por una exultante juventud sobrevenida, entra en el establecimiento y compra el libro, que nunca tuvo curiosidad por leer, como un acto cívico o esnob, quién sabe, y al hacerlo se ha sumado a la charada en la que una resolución judicial punitiva se ha convertido en un fiestorro editorial. El título acumula diez reimpresiones desde que se publicó hace tres años, la última fechada el pasado enero, y en un par de días un canal de televisión estrenará una serie inspirada en su contenido. En medio de este tráfago estaba agazapado el honor de un correoso delincuente con tres condenas penales a sus espaldas, que la juez ha ponderado oportuno proteger.

El tema del libro es un tópico bien sabido a estas alturas: la tradición del contrabando en Galicia, su conversión en un gigantesco y bien organizado negocio de narcotráfico y su connivencia con las autoridades del pepé que han ocupado el poder regional desde los albores de la democracia, con don Fraga al frente del tinglado, hasta ahora mismo, en que asistimos a la imagen del actual presidente regional en la complacida compañía de un conocido capo del narcotráfico en el yate de este. Las aportaciones del narcotráfico a las cajas de los partidos gobernantes no excluyen al pesoe, como se apunta en las páginas ochenta y nueve y siguientes del libro.

El trabajo del periodista Nacho Carretero está muy bien documentado y admite el elogio de que puede leerse como una novela. Capítulos breves, directos y cargados de información en una progresión que amplía poco a poco el foco sobre una realidad infecta. Entre los personajes en escena aparece don Rajoy, gallego de nación y de carrera política, haciendo de don Rajoy, es decir, escaqueándose sutilmente de la melé. El futuro presidente del gobierno español detectó el euforizante tufo del narcotráfico en los pliegues de su partido y pidió licencia al padrone para cambiar de aires e irse a Madrid. Fue, entonces, al parecer, cuando don Fraga le dedicó la conseja que se ha convertido en una leyenda urbana: Mariano, vete a Madrid, aprende gallego, cásate y ten hijos. La sugerencia, que debió ser más bien una orden viniendo de quien venía, puede resumirse en, sé uno de los nuestros, y fue cumplida a rajatabla sin que por eso el aludido perdiera el hábito de mantenerse vigilante y al margen del modus operandi del partido. A estas alturas, nadie sabe quién es el M. Rajoy de los papeles incriminatorios de la corrupción. En esta circunstancia hay un destino sobrenatural. Quizá esa persona de la que usted me habla sea, a la postre, el único superviviente del naufragio del pepé en la costa da morte de los tribunales.