Barcelona se ha quedado sin la agencia europea del medicamento como los demás nos quedaremos sin gordo de navidad. Nadie que haya seguido el asunto por los medios habituales sabe qué significa ni para qué sirve la dichosa agencia, pero de alguna manera se nos ha hecho creer que cambiaría nuestra vida, como el premio de la lotería. Ya saben, cientos y miles de empleos de calidad, instalación de nuevas empresas, fomento del comercio, cotización al alza de la marcaespaña, en fin, todo el inventario de promesas que han nutrido nuestra esperanza desde, digamos, las olimpiadas y la expo universal del noventa y dos. Si el patriotismo de antaño engordaba con la memoria de las gestas de reyes y ejércitos, el de hogaño vive de eventos y de la estela de prosperidad que según la leyenda arrastran. Estrella de los reyes magos. Para hacernos merecedores de estos dones, nuestras abnegadas autoridades esmaltaron el territorio de aeropuertos sin aviones, autopistas sin automóviles, auditorios sin público, estadios sin deporte, y demás infraestructuras a la espera de un sentido. También a la huidiza agencia le esperaba un edificio chulísimo, y emblemático, como de dice ahora , y vacío, claro, que podía ocupar en cuanto se mudara a la ciudad. Pero volvamos a la historia de los prodigios: cuando se acabó la pasta que alimentaba tal munificencia, se acabaron también los eventos y las promesas que traían consigo y la primera prueba incontrovertible del cambio de época fue la nonata olimpiada madrileña de don Gallardón y doña Botella.

La volátil agencia es un organismo de supervisión y autorización de productos farmacéuticos, que tiene una plantilla de novecientos empleados y  ha tenido su sede en Londres de donde debía trasladarse al continente tras la desafección británica hacia la unión europea. Y entonces empezó la subasta. El sistema de asignación de la sede era una votación entre las ciudades candidatas en la que han participado los países miembros mediante un mecanismo análogo al que se utiliza para designar al ganador del rancio concurso de eurovisión, lo que ya debiera habernos advertido del más que probable resultado. Al fin, the winner is Amsterdam, lo que convierte el traslado de la agencia en un caso más de la concentración de poder económico e institucional en las capitales septentrionales de Europa. Ni Barcelona., ni Milán, ni Bratislava, ni leches. La buena noticia de haber perdido la partida es que nos permite volver con energías renovadas al juego en el que tan entretenidos estamos desde hace meses: el gobierno echa la culpa a los independentistas, los independentistas al gobierno, los comunes al gobierno y a los independentistas, y por ahí seguido. Que no se diga que no tenemos altura de miras. Ya saben aquello de honra sin barcos…